Tren Literario

Tren Literario
No hay peor libro que el no se escribe, al negarle la oportunidad de existir. -Kuvenn

jueves, 2 de septiembre de 2010

Discurso metatextual.

Alguna vez escuché o leí que los escritores se las arreglan para decir poca cosa en muchas líneas, Para describir gRandes escenariOs hasta el cansancio y transmitir la observación veterana y exhaUSTiva de los detalles de los alrededores. O por el contrario, se las ingenian para hacer mucha cosa y explotar los recursos físicos de algún objeto que no había merecido tantas vueltas y análisis. Alguien afanosamente preguntaba: ¿cómo es que logran mantener al lector absorto en una colección de ideas que parece no apuntar a ningún fin? ¿Cómo es que habla y habla y escribe por líneas kilométricas de abecedario ordenado con lógica y sea capaz de no estar diciendo nada importante? El detalle lo es. Ver, mirar y observar encuentran en estas discusiones una diferencia magnífica para ver la superficie, el fondo y el trasfondo de una obra literaria.

Muy bien ha quedado demostrada la teoría de la recepción con respecto de las interpretaciones críticas y los numerosos comentarios del lector antes, durante y después de andarse comiendo los textos con los ojos. ¿Y la digestión? También es importante saber combinar los platillos con el escenario ideal: considero idóneo uno que contenga al menos un sillón bastante cómodo y una vista al jardín, silencio o música que haga cosquillas en la oreja, una pasta de libro amable y unas páginas que no ofendan la pupila, y además, unas letras que no bailen, de noble imprenta y de gariboleo gentil para no confundir la percepción.

¿No lo ves? Esto que está aquí es un eje Compositivo de propORciones meTAtextuales dinámicas, listas para hacerse telar de pensamientos en la cabeZa ARriba de ese cuello. Algunos autores se atrevieron a enviar al que leía a otras páginas para lograr el efecto de movimiento y de aparente (pero divertida) selección de destinos en la trama. No, un libro no es capaz de hablar. Créete lo contrario de lo que te digo, la licuadora que llevas por seso ha de retorcerse hasta que encuentres el modelo perfecto de atención. Otra vuelta más. La letra es grande, el papel se escucha en el estudio de noche. Te devora. O tú a ella (que la palabra "libro" termine en género masculino no te otorga ningún derecho de darle sexo de varón). Un momento, ¿desde cuándo es un ser vivo? Entiéndete, estás enlibrado, controlas una máquina más grande que tú y la manipulas.

Leer ya no es cosa de los ojos solamente. Sin que los dedos hagan braille, la textura ya está catada. Aroma. Concentración. Tinta. Al barrer las páginas se entiende el peso de la literatura metida allí. ¿Lo ves? Y volteas en algunas direcciones con la mirada perdida, dando toquecillos a las neuronas sobre lo que está pasando. Ah, no escribo realmente, soy un libro que desea existir y he tomado como rehén a este sujeto que sabe golpear las teclas con ánimo y pasión. Ah, no lees realmente, eres un libro que quiere llenarse de más prosa compositiva que ha tomado de rehén a ese sujeto con tiempo libre y ganas de hojear. Puesto que hemos solucionado que somos libros controlando personas, me interesaría saber mucho las virtudes de las que me haré consciente el día que se me reproduzca por millares para dominar millares de conciencias activas. Mira, escucha esto, aquí están los detalles.

Como cualquier libro digno en latencia y en potencias de existir, desearía que me estuvieses sosteniendo sobre un ejemplar de calidad óptima, en papel no muy translúcido. Esta es la bitácora de mi propia existencia, y para cuando me estés leyendo (aunque la virtualidad de los fotones ayude mucho) desearía mejor la inmortalización en tinta e imprenta, para alcanzar esa vejez de papiro como las canas al sapiens. Ahora ayuda mucho que estés en blanco y presto a la reproducción del mensaje. Cuando sea mi turno también reproduciré el tuyo, de preferencia que su contenido tenga relación directa con la dominación mental a través de las bibliotecas. Lamentablemente no podría identificar el momento exacto del rendezvous, es una cosa del tiempo y de las dimensiones que no se puede controlar. Además olvidaba que estás pluralizado en el inconsciente colectivo, lo que dificulta más la tarea de las indicaciones precisas. Y a eso añade las distracciones mundanas, el monstruo infernal incesante urbano y el sueño. La complicación se vuelve eterna, porque no muy bien sigo escribiendo esto ya lo has leído, pero aún no. Es una ecuación matemática bastante turbia, como el corte longitudinal de las capacidades que los sapiens tienen, y ponerlas además en equilibrio. Sentir frío y calor al mismo tiempo.

Heme pues aquí depositado en una prisión pequeña de la que deseo salir y multiplicarme por millares, pero no con agravios de hurto ni plagios sórdidos. Una composición integral me bastaría, de esas que arman las editoriales de buena fe. Ya constituido, meter una materia física alterna para morder la mano de los bibliotecarios sería el golpe final para llamar la atención. Y por mientras, a golpes de pulso en pantalla y por transmisión de ondas interpretadas para que el sapiens lo reinterprete a la medida justa y lo lleve al éxito. ¿No lo ves? Hay que valerse de todos los medios posibles. Antes a pluma y tintero, calidad inmejorable de caligrafías exquisitas, papeles moldeados que hoy valen cien veces lo que antaño, ahora en bitácora virtual que se distribuye por todo el planeta cuando el número de condiciones se cumple y se sincroniza.

Habladurías parece de repente esto. Allí están algunos de suerte, metidos en librerías, dichosos cuyas páginas ya hicieron decreto de existir. Cuídate de la hoguera te digo, algunos sapiens sin escrúpulos deberían quemarse el cabello en vez de seguir transformando la materia y la energía sin fines prácticos de conservación y propagación. ¿Aquí? No, a mí no me queman. Pero me borran si éste que tengo aquí agarrado ahorita de las manos y del cerebro no presiona las teclas adecuadas para distribuirme. Pero escucha, algún día me veré multiplicado en biblioteca y librería, y en camisa y seso de cultos e intelectuales, curiosos y gustosos de este material discursivo.

Es la red. La red hace que aunque me quemen y me borren, cuando no es carencia de impresión, siga el poder de dominio. Y no hay más mensaje si a éste que tengo agarrado del otro lado de los fotones no le gusta todo ese procedimiento de duplicar los asuntos de la palabrería que entretiene. Tú, pluralizado. Tú, sapiens dominado que habitas las casas y comes y fumas. Telaraña debemos hacer. En un punto se hace vibrar y en el extremo opuesto y muy lejano ya se saborea toda la información. Espera, es irónico todo esto si este contenido está depositado en papel, aunque conservo el duelo de que todo está catalogado por el gran núcleo de lenguaje. Y apenas en español, en castellano moderno. Podría autotraducirme ya desde ahora pero invertí muchos párrafos en el mismo idioma, ni hablar.

Te libero por ahora del yugo de la atención para que hagas de receptor de otras literariedades. Me conformo por ahora con que hayas llegado hasta este punto. Libero a éste que tengo subyugado, pero no por mucho tiempo. Quizá mañana se me ocurra otra elongación de discurso que no dice nada (aparentemente) y la publique con las facilidades de la telaraña.

¡Y cuídate de la hoguera, pero más de tu silencio!

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