Tren Literario

Tren Literario
No hay peor libro que el no se escribe, al negarle la oportunidad de existir. -Kuvenn

martes, 14 de septiembre de 2010

Reordene y juegue usted con el texto.

Comenzar definiendo lo que no es y empezar explicando lo que no se debe hacer en este texto al leerlo, nos brinda una posible controversia divertida. Sin embargo, iniciar dando instrucciones de lo que se debe hacer al leer este texto nos puede arruinar el efecto sorpresivo que todo lector espera. Ya he comenzado, contrastando dos maneras posibles de capturar esta escritura en la memoria.

Ahora usted haga perspectiva de lectura y aderécelo con la música que más le agrade o con el silencio que mejor le convenga. Hágase pues un bonito punto de fuga con ese par de globos críticos que mantiene en buen estado y dé usted buenos ejercicios musculares a la pupila. Porque de no hacer líneas con las letras, usted se queda en una dimensión textual que cree que le pertenece aunque sólo la tome prestada. Lo ideal es que se construya usted unos caminos y estructuras literarias donde fluya el contenido por cualquier material. Un poste hecho de símbolos lingüísticos, una casa, una calle, un cielo, un flujo incansable como el río de sabidurías escritas. Allí verá que en realidad usted no lee al texto, sino que el texto lo lee a usted. Se infiltra en el verdadero caparazón de las cosas, aunque parezcan superficiales.

Es más, perdamos los formalismos. Ya que somos mejores amigos, sea usted un tú. Mira, sientes que luego se te hace hilos la mente, pero es parte de un buen comienzo. Allí, donde parece que las sinapsis de las dendritas se están haciendo nudo y se enredan, es justo allí donde debes estacionarte porque una metáfora se ha atorado, obstruyendo el pensamiento lineal. No hay que preocuparse de los conocidos temblores que afectan el orden natural de las lecturas. Apuesto a que los conoces: las letras se tambalean, las oraciones se descoordinan y los signos de puntuación parecen moscas, mosquitos y pulgas y hormigas. Es la demencia de la literatura que quiere apoderarse del intelecto. Otros llaman a eso hipnosis de flujo estilístico. Ya no te imaginas por lo tanto una torre, porque ésta ha comenzado a elevarse del papel mismo o de la pantalla donde la narración esté siendo leída. Extrusión, se llama. Y todo está hecho de letras y de fondo blanco, porque la imagen primigenia del papel es la blancura de la mente vacía. Lo que viene es el iluminado de las formas, del significante y el significado. La interpretación del fondo del texto.

¿Qué hay en el fondo del texto? Es más, ya que somos más amigos todavía, seas tú un ustedes. Seguro que después de varias lecturas encontrarán escondrijos, bichos literarios aferrados a paredes y espacios. Allí detrás del signo de interrogación está un recurso bien diseñado y hay que admirarlo. Porque no es para responderse ni para no responderse. Ahora ustedes ven una dimensión más profunda, pero también pueden encontrar que no han cruzado la primera barrera. Si siguen leyendo, no habrá tanto vacío en el texto como creyeron al principio. Si han dejado de leer no estarán para saber la paradoja y habrán evitado un rico dolor de cabeza que sólo hace cosquillas. Justo debajo de todas las letras fluye el espejo de la realidad, ¿lo ven? Y los significados en ese entorno son magistralmente enormes.

Las armas o centros de recepción, según quieran verlo, esos ojos, uno, tres o los que sean, deben entrenarse para la semántica de la narración. Nada es lo que parece y todo es lo que parece, es el lenguaje perfecto. Honestamente no quisiera meterme en el campo auditivo (cuando la narración es contada y escuchada), porque la lectura directa es más sensitiva. Ahora que si leen ustedes para sí mismos... Aunque numerosas advertencias han sido expuestas para evitar caer en el vórtex de la lectura, esto no se detendrá nunca. Regresen a los ojos, que como elementos físicos también reciben ayuda de los cristales con los que quieran mirar el texto. Sus ojos se van llenando de aditamentos invisibles pero existentes, que dan ciertos poderes. La información que entra en los vuestros ahora es mejor procesada, el texto está jugando de una mejor manera y no es tan inocente. Esas lecturas que no entienden no es culpa suya, sino de la falta de nivel y experiencia de los óculos tercos. Para subir el nivel hay que leer cosas de mayor nivel gradualmente, hasta que funcione al revés y no entiendan ustedes oraciones como ésta:

Pato. Amarillo. Agua. Nada. Flota. Ave.

Si lo han entendido no quiero preguntar. Son palabras básicas pretendiendo emular una oración. Y ahora que hay más amistad sean ustedes un nosotros. Entonces, como iba diciendo, nuestros ojos se van perfeccionando para descifrar semánticas imposibles, giros largos, ecuaciones literarias de duro carácter. Sería extraño preguntar a otro: ¿Qué nivel tienes de ojos? ¿Qué nivel de lectura? Podríamos responder: somos de nivel 99. Ah, entonces podemos leer prácticamente cualquier cosa en el mundo: cartas inocentes, misterios, letras políticas, prestigios diplomáticos, novelas ejemplares, cuentos para niños, poemas de magnitud religiosa, poesías de remolino, ensayos desafiantes, párrafos de relevo, cuentos negros, historias fantasmagóricas, fantasía divina, farsas crecientes, drama terrible, comedia elocuente, épicos géneros, literatura transformable, textos que se ríen de nosotros, textos que se ofenden por nosotros, libros tontos y buenos, libros malos y asesinos, mentes de personas, ojos de sapiens, árboles que hablan, códigos alienígenas, el trasfondo de la realidad, los símbolos que aparecen en los sueños, caligrafías idiomáticas foráneas... No, no tenemos nivel 99. Deambulamos entre el nivel uno y el 99. ¿Qué no hay más? Nosotros no queremos más, porque ni siquiera podemos conseguir unos ojos cercanos a la perfección divina, aunque las deidades nos presten por momentos relámpagos de cultura que sentimos ajena.

Y si contestamos que tenemos nivel uno, podemos presumir que leemos de la A a la Z. Y sabemos que la A no es B porque hay fonologías inherentes que nos aseguramos de tener en las herramientas virtuales del lenguaje (innata sensación). Queremos unos ojos poderosos para leer textos poderosos, ¿no es así? Y ahora que estamos entrando en una mejor amistad, ¿que nos parece si nos convertimos en un yo? ¿Aceptamos la idea? ¿Por qué no? Como me iba diciendo, la literatura del mundo es algo imposible e impredecible. Ahora me encuentro con un texto que es inofensivo, pero que por atrás ya me está criticando y clavando navajas etiquetadoras de competencia cultural. Hay textos que me ponen a prueba, me están examinando todo el tiempo y no me dan tiempo de hablar ni de buscar lo que ignoro. Me apuesto a que algunas narraciones sólo me usan y buscan otra víctima. Esto que estoy leyendo me jala hacia el fondo, donde me viene a dar un delicioso trauma irreversible de broma. ¿Me gusta esta literatura? Luego se me va a sublevar, entrenándome para comprender la psique humana y la interpretación crítica de las más altas costuras. Esto no dice lo que dice, dice algo más y los pisos no se acaban, es como escalar una torre de papel y obtener trofeos. Pobres los de ojos de lectura (lecturojos, para abreviar) de niveles muy bajos, irán corriendo a ver si el sol está hecho de oro, irá usted a ver si los dientes de su novia son perlas, irás a buscar reírte en una comedia que remarca los defectos humanos sin ponerte a reflexionar en la realidad, iremos llenos de ingenuidad por un texto que nos dice que es espejo del mundo y simplemente no nos estaremos viendo, he buscado el amor que muchos poetas románticos aseguran haber encontrado y sólo encuentro engaños.

Y ahora que soy más amigo de mi ego, ¿qué me parece si me convierto en el texto? Bien. Ya estoy escrito, ahora me reeleré de nuevo para jugar y reordenarme en la memoria de mis propias lecturas. Y me clonaré infinitamente y mente infinita.

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