Tren Literario

Tren Literario
No hay peor libro que el no se escribe, al negarle la oportunidad de existir. -Kuvenn

domingo, 5 de septiembre de 2010

Experimento literario: léase desde el último párrafo.

Este es sin duda (no debería decirlo), el último de los argumentos del laboratorio. Si se lee correctamente, llevará a la conclusión (porque todo fue planeado así). Si se lee correctamente desde los parámetros que ha sugerido el arquitecto del campo semántico con sentido y coherencia, llevará a pensar que por lo menos algo anda bien en este texto de proporciones desconsideradas. Si se lee de manera natural, parecerá que todo está invertido y se habrá conseguido el propósito de este experimento: crear una percepción diferente, antinatural, divertida y medicinal para las jornadas de trabajo que extenúan. Ahora sí, nada más basta invertir el panorama literario para que desde el tiempo del psicoescritor, el futuro del psicolector parezca extraordinario.

Además, el relleno consta a veces de palabrería sin sentido: metáforas seleccionadas de una cajita que lleva una inscripción: "Para salvaguardar la frontera de la literatura". Se llega al final del texto y el tejedor de estas costuras paradigmáticas oracionales no tiene un sólido que caiga de peso y que estalle en las mentes de los que han consumido este platillo gramatical. Ojalá tuviera a disposición el artilugio para finalizar correctamente, con una explosión que le dibuje estrellas al entrometido, que le haga sospechar que las cosas fueron perfectamente planeadas y que no es sólo un acto de eventos aleatorios que van cobrando sentido porque el título es igualmente confuso.

Podría atrapar al curioso proponiéndole que el mismo número de palabras del párrafo central ha sido considerado para el número de signos de puntuación que se dispersan por todo el texto. No comencéis a contar, pues esto es mentira y es una urdimbre sólo para confundir al loco y sanar al cuerdo de las imposiciones omniscientes. Mentira es y sólo ha sido propuesto con el fin de haber deseado que así resultara por naturaleza subconsciente, pues ni el que escribe las líneas ha hecho la comparación de semejantes numeralidades.

¿Fue pues la intención del compositor darle la vuelta al final de la escritura o ya venía hecho un inverso lingüístico desde la mente? Imposible saberlo, a menos que se le preguntase directamente al narrador. No obstante, podría mentir, con lo que la verdad del experimento literario está reducida a suposiciones. La verdad es que se ha designado a éste como el centro. Leyéndose desde cualquier dirección ya está contemplado. El número es cuatro. ¿Qué ingenio falta aquí? El psicolector se imaginará algunos. Cuatro es el número. Aunque para evitar pérdida de tiempo basta decir que no hay mensajes ocultos de ninguna clase que no fueran programados por el manipulador del discurso. Si surge uno, hay que hacérselo saber porque hay interpretaciones ajenas que ni el mismo autor conoce.

El experimento fue diseñado en un laboratorio mental, considerando primero un párrafo explicativo que introdujera al entrometido a la prueba, pero después se rechazó la idea por el mismo autor (el que escribe ya en estas mismas líneas y condiciones de parámetros teóricos) para considerar darle la vuelta al texto, párrafo por párrafo, salvando sólo el ilustre título que invita. En el momento preciso del tiempo en el que nacen las letras, cree el psicoescritor que sería útil darle un ingenio armonioso al párrafo central de toda la composición y además poseer el relato entero un número impar de párrafos para que la centralidad del asunto sea precisa (o precisamente aproximable, o bien aproximadamente).

¿Cómo saber cuál es el orden correcto si no existen indicadores cronológicos? Los párrafos enumeran eventos y acciones lineales en la mayoría de los casos. Las restrospecciones vienen con verbos de recuerdo y acuerdo. La concordancia, por lo tanto, desciende en los ojos del entrometido. Entre más desciende más entiende. Hay un tope, tiene que regresar al dar la vuelta a la página. Vuelve a comenzar, en la mente ya tiene al menos el rompecabezas establecido, las piezas van saltando entre líneas y los capítulos son señales y ayudas lógicas. Cuando no hay división, el entrometido se las inventa, los ojos forzan las barreras del descanso entre las legiones de información y entre estructuras limitadas de palabrística maquinaria ingeniosa que nos lleva al metatexto.

La literatura no debe ser solamente leída, sino sentida. Debe ser saboreada, alucinada y trascendida. Con ella se juega, se experimenta y se trastorna a los gustosos. No hay manuales propios para una lectura digna, pues se elabora mientras se ejecuta la visión de estos garabatos artísticos. Doble vuelta: de arriba para abajo como siempre se ha hecho y desde el último párrafo en dirección opuesta.

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