No me habla. Sigue sin hablarme. Por eso no me gusta discutir. Comienza a ignorarme, se pone a mirar su celular con descaro, contestando mensajitos insignificantes.
Llegamos a otra estación. Sube la gente y se apretujan un poco más. Cómo tengo ganas de abrazarla, pero no me habla. Miro entonces por la ventana cómo pasan las luces en el túnel, como si fueran disparos de una pistola láser a lo lejos.
Se mueve un poco, se acomoda en su asiento y siento cómo roza su hombro con el mío. Quisiera que al menos se recargara en mí, para hacer una tregua en silencio, para olvidar lo malo del mundo, para perdonarnos sin decir nada. Basta una mirada nada más. Sí, me mira rápido y luego regresa a su celular. Creo que esto va para largo.
Todavía nos quedan como siete estaciones para resolver nuestra situación. Trato de recargarme ligeramente en ella pero me empuja, muy molesta. No quiere ni voltear a verme. Yo muero por sus labios, por sus manos, por su cabello perfumado.
En la estación Viveros se baja, sin decirme adiós. Ni un mísero "nos vemos" o "luego hablamos". Se me escapa de las manos. La veo caminar y perderse. Tal vez nunca la vuelva a ver.
Así son todas.
Así son todas mis novias que comparten asiento conmigo durante un viaje en metro, aunque ellas no lo sepan.
27 letras y la infinita imaginación. Letras que vienen desde algunas profundidades, de otras sinceridades del alma y de curiosidades del espíritu.
Tren Literario

No hay peor libro que el no se escribe, al negarle la oportunidad de existir. -Kuvenn
sábado, 13 de diciembre de 2014
miércoles, 17 de septiembre de 2014
Guía de supervivencia natural durante una noche de holocausto.
Basta acostarse en una noche de esas en las que tiembla el mundo mientras los meteoros están a punto de clavarse hasta el corazón del planeta. Mirar los cometas, respirar el cosmos y tranquilizarse, pues no ocurrirá ningún beso emocionante en la noche y las parcas de la muerte están demasiado ocupadas jugando ajedrez en otro continente.
Tenga por seguro que si corre, la desesperación llamará algún efusivo momento de destrucción emocional. Esto traerá como consecuencia un derrumbe, una desaparición o una mutilación. Sentirá que ELLA se lo está llevando, que lo carga con fríos brazos de soledad perpetua y que no habrá momento nuevo para reconciliarse con la vida. Posiblemente hasta se tope con los ojos de ELLA: la que quita la vida. Quizá pueda negociarlo.
Tengo, si me lo permite, una sugerencia para salvaguardar su estabilidad. No le diga a ELLA nada aburrido, no le hable de los amoríos fallidos ni de las enormes ganas de derramar sangre. Tampoco hable de desgracias. No susurre. No la mire más de lo necesario. Déjese cargar un poco, vea hacia arriba y cuente los rostros que tiene el cielo. Una vez que ELLA lo haya acostado en un suave césped recién podado, hable de sus proyectos, de la creatividad.
Durante la entrevista seguirán cayendo meteoros... no se preocupe. Usted está a salvo en el consultorio improvisado. Se oirán gritos de dolor, alarmas, ajetreos, pero usted como si nada. No toque su pasado, ni tantito. Dígale a ELLA todas sus visiones del nuevo mundo, del renacimiento de las almas, de lo poco que duran las épocas. Cuestione las realidades, intervenga, haga como que quiere morirse nada más un poco y después permítase vivir para seguirle contando los legados de la humanidad. Hable del sabor de la comida, de algún programa estúpido de la televisión, del dibujo hecho por un niño. Esas cosas siembran curiosidad en ELLA.
Al fin y al cabo si ELLA decide que allí hay que despedirse, simplemente lo cargará de nuevo y se lo llevará en un suave y cálido vaivén de barco. Si le gusta el mar, aproveche la oferta. Si no le gusta, busque razones para cobrarle cariño.
Algo le advierto. Si se le olvida la cortesía y comienza a quejarse, no será nada agradable. ELLA olvidará sus principios: sacudirá su cama, lo abofeteará, lo tomará por el cuello y lo levantará hasta que consiga una epifanía.
Morirse por morirse no tiene sentido. Lo mejor es hacerlo con dulzura, confiando en ELLA. De tal suerte, que de tan relajado puede que se quede dormido y despierte como si nada, listo para comerse un dulce, aunque esté nublado. Quizá y hasta se murió por unos instantes... ¿quién se lo niega ahora?
Basta que mire en las noticias del periódico para averiguar que usted se muere por ELLA, cada vez que su invisible rostro dentro de la capucha le anuncia otro holocausto donde usted no estuvo.
Tenga por seguro que si corre, la desesperación llamará algún efusivo momento de destrucción emocional. Esto traerá como consecuencia un derrumbe, una desaparición o una mutilación. Sentirá que ELLA se lo está llevando, que lo carga con fríos brazos de soledad perpetua y que no habrá momento nuevo para reconciliarse con la vida. Posiblemente hasta se tope con los ojos de ELLA: la que quita la vida. Quizá pueda negociarlo.
Tengo, si me lo permite, una sugerencia para salvaguardar su estabilidad. No le diga a ELLA nada aburrido, no le hable de los amoríos fallidos ni de las enormes ganas de derramar sangre. Tampoco hable de desgracias. No susurre. No la mire más de lo necesario. Déjese cargar un poco, vea hacia arriba y cuente los rostros que tiene el cielo. Una vez que ELLA lo haya acostado en un suave césped recién podado, hable de sus proyectos, de la creatividad.
Durante la entrevista seguirán cayendo meteoros... no se preocupe. Usted está a salvo en el consultorio improvisado. Se oirán gritos de dolor, alarmas, ajetreos, pero usted como si nada. No toque su pasado, ni tantito. Dígale a ELLA todas sus visiones del nuevo mundo, del renacimiento de las almas, de lo poco que duran las épocas. Cuestione las realidades, intervenga, haga como que quiere morirse nada más un poco y después permítase vivir para seguirle contando los legados de la humanidad. Hable del sabor de la comida, de algún programa estúpido de la televisión, del dibujo hecho por un niño. Esas cosas siembran curiosidad en ELLA.
Al fin y al cabo si ELLA decide que allí hay que despedirse, simplemente lo cargará de nuevo y se lo llevará en un suave y cálido vaivén de barco. Si le gusta el mar, aproveche la oferta. Si no le gusta, busque razones para cobrarle cariño.
Algo le advierto. Si se le olvida la cortesía y comienza a quejarse, no será nada agradable. ELLA olvidará sus principios: sacudirá su cama, lo abofeteará, lo tomará por el cuello y lo levantará hasta que consiga una epifanía.
Morirse por morirse no tiene sentido. Lo mejor es hacerlo con dulzura, confiando en ELLA. De tal suerte, que de tan relajado puede que se quede dormido y despierte como si nada, listo para comerse un dulce, aunque esté nublado. Quizá y hasta se murió por unos instantes... ¿quién se lo niega ahora?
Basta que mire en las noticias del periódico para averiguar que usted se muere por ELLA, cada vez que su invisible rostro dentro de la capucha le anuncia otro holocausto donde usted no estuvo.
lunes, 15 de septiembre de 2014
Edad avanzada.
Pesa tanto, es la edad una carga insoportable, cada vez trae más cosas, más pasado, más tiempo, más trayectoria. Estorba. ¡Qué bien habría sido quedarse joven para siempre!
¿Y la muerte? Un buen día caerán hermosos rostros contra el suelo, de súbito, jóvenes, destrozados por dentro. No hay más corazón. Un campo sembrado con hermosas figuras de hombres y mujeres, muertos para el gran museo de la eternidad donde la belleza permanece.
¿Y la muerte? Un buen día caerán hermosos rostros contra el suelo, de súbito, jóvenes, destrozados por dentro. No hay más corazón. Un campo sembrado con hermosas figuras de hombres y mujeres, muertos para el gran museo de la eternidad donde la belleza permanece.
domingo, 7 de septiembre de 2014
Inspiración.
Es una libélula, viéndote de cerca. Es, ver para creer, una abeja que soltará su aguijón cuando menos se lo espere. Un escorpión que huye. Una luciérnaga perdida en la neblina nocturna. Es más aurora boreal que hoguera de campamento. Un capullo que requiere consumir tiempo.
Cuando por fin abre las alas, la condenada mariposa ya ha volado y aquel escritor, pobre diablo, se le quedó viendo en vez de ponerse a escribir.
Así se le fueron las prosas y poemas más hermosos. Sólo queda, válgame la decencia, un poco de dignidad para seguir hojeando libros y robarse unas cuantas palabras todas plagiadas del español.
Cuando por fin abre las alas, la condenada mariposa ya ha volado y aquel escritor, pobre diablo, se le quedó viendo en vez de ponerse a escribir.
Así se le fueron las prosas y poemas más hermosos. Sólo queda, válgame la decencia, un poco de dignidad para seguir hojeando libros y robarse unas cuantas palabras todas plagiadas del español.
jueves, 28 de agosto de 2014
De cerebros y corazones.
Escribir poesía no se hace con el corazón. Jamás. Primero habría que encajarle una pluma, desangrarlo e ir impregnando las hojas como quien sella su vida ahí. Numerosas venas han quedado extendidas, no correspondidas, muertas, estiradas hasta la saciedad de los solitarios deseos de un gigante rítmico. Y resiste. Su mecánica es tan dramática que cuando nos lo rompen aumenta de tamaño, se enreda en hambre, se vuelve un monstruo, un hematófago incontenible. Actúa y confunde a la diosa mental que habita en las lúgubres cavernas de la cabeza.
No se calla la divinidad, es arte puro y sacude el cuerpo en revoluciones de pensamiento, locura sin ataduras y razón mermada. Nada más de repente se resbala con su dislexia, silenciosa, hundida, nos susurra lo que los dedos machacan en cada tecla. Si acaso, lo que la pluma dibuja es poesía o una prosa travestida. Sangre hay para todos, pues de tanto escribir también come el cerebro.
Sois musas en conflicto, ustedes dos. La una roja, revoloteadora, danzante y calcinante. Sea el fuego libre del interior un poderoso demonio que explota con cada aliento. La otra está partida en dos, es hombre y mujer, es todo y nada, es el enlace íntimo entre una explosión de big bang y un orgasmo bien planificado. La androginia en persona. La vigorosa pasión eterna. El verdugo de la conciencia. El inagotable recurso del pecho.
Escribir poesía no es algo que se haga con el cerebro, nunca. Primero habría que desenredarlo, servirlo en una bandeja, meterlo en el tintero y ponerlo a grabar impresiones en papiros. Su suerte es tal que se discute consigo, metiendo dos personas en una, secuestra el cuerpo y lo arrebata cuando le conviene. Su maquinaria es tan compleja que cuando nos lo rompen envía una bomba de tiempo al resto de la historia, donde a simple vista vemos caer un simple hombrecillo con sueños ridículos.
Entonces llega la otra, la del color del sol a punto de ahogarse en el mar. Estalla, reta a su antagonista. No se puede confiar en ninguna. Se envidian, se hieren... una transforma lo que la otra ya hizo, una invade, la otra roba. Una llora, otra ríe. Luego intercambian.
Escribir poesía es más bien un flujo de vidas y muertes pequeñas. Es corazón y cerebro, así, unidos como azul y cielo. Sois musas en conflicto que en secreto se aman, y estando fundidas un paradigma nace. Jamás podrán destruirse a pesar de que hacen pedazos un alma errante que sólo quiere llenar el papel de tinta para que la historia la conserve. Entonces se diga: ahí hay una breve proesía.
No se calla la divinidad, es arte puro y sacude el cuerpo en revoluciones de pensamiento, locura sin ataduras y razón mermada. Nada más de repente se resbala con su dislexia, silenciosa, hundida, nos susurra lo que los dedos machacan en cada tecla. Si acaso, lo que la pluma dibuja es poesía o una prosa travestida. Sangre hay para todos, pues de tanto escribir también come el cerebro.
Sois musas en conflicto, ustedes dos. La una roja, revoloteadora, danzante y calcinante. Sea el fuego libre del interior un poderoso demonio que explota con cada aliento. La otra está partida en dos, es hombre y mujer, es todo y nada, es el enlace íntimo entre una explosión de big bang y un orgasmo bien planificado. La androginia en persona. La vigorosa pasión eterna. El verdugo de la conciencia. El inagotable recurso del pecho.
Escribir poesía no es algo que se haga con el cerebro, nunca. Primero habría que desenredarlo, servirlo en una bandeja, meterlo en el tintero y ponerlo a grabar impresiones en papiros. Su suerte es tal que se discute consigo, metiendo dos personas en una, secuestra el cuerpo y lo arrebata cuando le conviene. Su maquinaria es tan compleja que cuando nos lo rompen envía una bomba de tiempo al resto de la historia, donde a simple vista vemos caer un simple hombrecillo con sueños ridículos.
Entonces llega la otra, la del color del sol a punto de ahogarse en el mar. Estalla, reta a su antagonista. No se puede confiar en ninguna. Se envidian, se hieren... una transforma lo que la otra ya hizo, una invade, la otra roba. Una llora, otra ríe. Luego intercambian.
Escribir poesía es más bien un flujo de vidas y muertes pequeñas. Es corazón y cerebro, así, unidos como azul y cielo. Sois musas en conflicto que en secreto se aman, y estando fundidas un paradigma nace. Jamás podrán destruirse a pesar de que hacen pedazos un alma errante que sólo quiere llenar el papel de tinta para que la historia la conserve. Entonces se diga: ahí hay una breve proesía.
miércoles, 27 de agosto de 2014
Páginas.
Ella. Sin nombre. Sólo ella. Cándida, constituida de mezcla de sangre de varios colores. Lo que la hace diferente es que trae una estrella enredada en el cabello. Un cometa que nunca acaba de caer al cual siempre me refiero como su mascota. Tras servirse un postre cierra la puerta de la cocina y escapa a su habitación siempre iluminada. Allí se pone a leer a las personas: ésta es así, ésa es grande, aquélla azul, el otro es un maldito, esos son grises, él es encantador.
Todo lo tiene en un reducido espacio: cocina, sala, comedor, jardín y estudio. Salta entre las páginas, diseña todo con letras. Se asoma entre las hojas para mirar la biblioteca. Duerme boca abajo y se funde con el papel. La cama flota, ella sueña que es de madera de sauce bajo una lluvia generosa de agosto.
La interrumpen. Ella es invisible en la página 76. Las oraciones subordinadas, los verbos, las puntuaciones y los párrafos la disfrazan. Ella mira directamente al lector, pretende amarlo, le grita. "Cosa bella son los ojos", dice en otra página. Él la ignora, no la ve, sólo se fija en las vísceras morfosintácticas. Se levanta entonces una atmósfera de tristeza, grande como el volumen del libro.
Ella le muestra sus cosas, su ropa, sus utensilios, sus sueños, las maravillas del mundo, los discursos prohibidos, una luna vacía, incluso se desnuda, pero él continúa ignorándola.
Tras correr con desesperación, ella consigue un cura para que los case mientras dure la vista del apuesto lector en la página 125. Todo es tan rápido y tan lento. Felices para siempre, hasta que otro libro los separe. Ella sabe que al final morirá cuando la cuarta de forros la rebase. Y se muere de angustia cada vez que sus ojos siguen los de él línea tras línea.
El temido punto final. La conclusión de la segunda reimpresión. En la biblioteca todos engañan a todos. Y ella, sin nombre, tan cándida, tan sutil, con la tristeza del tamaño de Júpiter, se deja caer al vacío esperando que un incendio o una inundación la borre de las páginas para siempre.
Todo lo tiene en un reducido espacio: cocina, sala, comedor, jardín y estudio. Salta entre las páginas, diseña todo con letras. Se asoma entre las hojas para mirar la biblioteca. Duerme boca abajo y se funde con el papel. La cama flota, ella sueña que es de madera de sauce bajo una lluvia generosa de agosto.
La interrumpen. Ella es invisible en la página 76. Las oraciones subordinadas, los verbos, las puntuaciones y los párrafos la disfrazan. Ella mira directamente al lector, pretende amarlo, le grita. "Cosa bella son los ojos", dice en otra página. Él la ignora, no la ve, sólo se fija en las vísceras morfosintácticas. Se levanta entonces una atmósfera de tristeza, grande como el volumen del libro.
Ella le muestra sus cosas, su ropa, sus utensilios, sus sueños, las maravillas del mundo, los discursos prohibidos, una luna vacía, incluso se desnuda, pero él continúa ignorándola.
Tras correr con desesperación, ella consigue un cura para que los case mientras dure la vista del apuesto lector en la página 125. Todo es tan rápido y tan lento. Felices para siempre, hasta que otro libro los separe. Ella sabe que al final morirá cuando la cuarta de forros la rebase. Y se muere de angustia cada vez que sus ojos siguen los de él línea tras línea.
El temido punto final. La conclusión de la segunda reimpresión. En la biblioteca todos engañan a todos. Y ella, sin nombre, tan cándida, tan sutil, con la tristeza del tamaño de Júpiter, se deja caer al vacío esperando que un incendio o una inundación la borre de las páginas para siempre.
lunes, 25 de agosto de 2014
Refugio.
A golpe de lluvias reblandece. Ha visto despedazarse el cielo y caer en numerosos fragmentos memorables.
Es un par, no, una triada de labios que se cruzan en el camino de la enamorada. Los besa todos los días, todas las noches, afuera de su ventana, en medio del jardín, con llanto en los ojos, desde su nocturna contemplación de astros.
Las dos y afuera oscuro. No hay pisadas de caballos, ni arbustos que se muevan, ni ríos. No hay sueños futuros.
Una vez más, ha bajado en plena madrugada la campesina. Sella su boca contra el tulipán, su refugio bajo esa tormenta frágil que reblandece. Nada más lo ama. De flor a flor.
No hay lengua que lo describa, sólo el pistilo húmedo y una corola que se abre ante el aliento de la amada.
Es un par, no, una triada de labios que se cruzan en el camino de la enamorada. Los besa todos los días, todas las noches, afuera de su ventana, en medio del jardín, con llanto en los ojos, desde su nocturna contemplación de astros.
Las dos y afuera oscuro. No hay pisadas de caballos, ni arbustos que se muevan, ni ríos. No hay sueños futuros.
Una vez más, ha bajado en plena madrugada la campesina. Sella su boca contra el tulipán, su refugio bajo esa tormenta frágil que reblandece. Nada más lo ama. De flor a flor.
No hay lengua que lo describa, sólo el pistilo húmedo y una corola que se abre ante el aliento de la amada.
lunes, 7 de julio de 2014
Instinto.
Es un canto ancestral, multitudinario, cargado de oscuridad y de nuevo espíritu. Figuración de llanto omnipresente. Escucha las saetas y hiérete con ellas, frías, clavadas hasta el cerebro bajo la amazonia.
Te conviertes en un animal primitivo en esplendor de lo que acontece, lo que amanece, lo que anochece, lo que logra del verde un verbo repetitivo en las montañas. Allí siempre se pide.
Me gusta toda ella cristalina de mil formas y que siempre escapa. Besa todos los matices. Flotas. A lo lejos veo los ojos de manantial y el silencio de las demás criaturas dormidas bajo ese velo líquido de historias de bosque. Ese aliento eterno e hipnotizante.
No sólo cae agua.
Te llueve hasta el alma.
Te conviertes en un animal primitivo en esplendor de lo que acontece, lo que amanece, lo que anochece, lo que logra del verde un verbo repetitivo en las montañas. Allí siempre se pide.
Me gusta toda ella cristalina de mil formas y que siempre escapa. Besa todos los matices. Flotas. A lo lejos veo los ojos de manantial y el silencio de las demás criaturas dormidas bajo ese velo líquido de historias de bosque. Ese aliento eterno e hipnotizante.
No sólo cae agua.
Te llueve hasta el alma.
jueves, 19 de junio de 2014
Más unipersonal imposible.
Dos amores. Dos amantes. Unidos. Pegados. Tan enamorados ellos. Han hecho lo que nadie. Se unieron más de lo que la miel une a las abejas. Más de lo que dos labios sellados representan.
Una cálida hoguera en una cabaña cerca de un lago.
Él se llovió sobre ella toda. En respuesta, ella se nevó sobre el pecho de su amante.
El amaneció sus manos en las noches de ella.
Ella anocheció sus besos en los días de su compañero.
Así, en una cama con colchón sobre paja, ambos se relampaguearon mutuamente hasta el clímax.
Una cálida hoguera en una cabaña cerca de un lago.
Él se llovió sobre ella toda. En respuesta, ella se nevó sobre el pecho de su amante.
El amaneció sus manos en las noches de ella.
Ella anocheció sus besos en los días de su compañero.
Así, en una cama con colchón sobre paja, ambos se relampaguearon mutuamente hasta el clímax.
miércoles, 18 de junio de 2014
Bajo algo.
Los amantes son capaces de besarse bajo el trueno, bajo lluvia, bajo oleadas de calor.
Se besan bajo hielo, nieve, viento y marea sobre el barco.
Pero bajo la tumba no se besan. Sólo duermen mientras el retrato eterno del atardecer los ilustra en la moribunda pintura.
Se besan bajo hielo, nieve, viento y marea sobre el barco.
Pero bajo la tumba no se besan. Sólo duermen mientras el retrato eterno del atardecer los ilustra en la moribunda pintura.
domingo, 15 de junio de 2014
Antiguos Yis Ir.
Iletrado, decían los antiguos Yis Ir, no es aquél que arraigándose en su analfabetismo desconoce las maravillas escritas. Más bien será aquél que conociendo al pie de la precisión los símbolos, uno por uno, los desprecie y olvide.
Si por fuerza mayor de un golpe en la cabeza, un miembro de la civilización olvidaba lo aprendido, quedaba desletrado. Se sometía a recuperación de los símbolos o bien a nueva adquisición de ellos.
Por gusto y voluntad resultaba difícil que uno olvidase toda la sabiduría registrada, pero no lo exentaba de despreciar obras de nueva creación.
Iletrado era, en sentido estricto de significado, aquél que se separaba voluntariamente de los registros, de la historia, de los libros y toda creación literaria.
Por omisión, los que aún no eran aptos para comprender el conjunto de símbolos eran más bien (y mejor dicho) ignoradores innatos de la riqueza escrita. A éstos se les perdonaba la falta, puesto que todavía tenían que conseguir la herramienta para fabricar el tejido del conocimiento.
Finalmente, los desletrados por castigo de consejo, los peores, tenían terminantemente prohibido acceder a cualquier fuente de información, en consecuencia de algún acto destructivo previo. Si atentaban con mirar a escondidas algún libro se les quemaban los ojos. Los oídos eran incinerados si escuchaban alguna historia importante y la boca cosida si compartían información a los ignoradores innatos.
El castigo más cruel era el de las manos. Si los desletrados osaban escribir algo nuevo, éstas eran separadas de sus cuerpos originales y servían de exposición en museos horrorizantes donde se contaba la historia del perpetrador y por qué había terminado una parte de él allí.
Alguna placa mostraba: Desletrado por destrucción de libro. Intentó escribirlo de nuevo.
Si por fuerza mayor de un golpe en la cabeza, un miembro de la civilización olvidaba lo aprendido, quedaba desletrado. Se sometía a recuperación de los símbolos o bien a nueva adquisición de ellos.
Por gusto y voluntad resultaba difícil que uno olvidase toda la sabiduría registrada, pero no lo exentaba de despreciar obras de nueva creación.
Iletrado era, en sentido estricto de significado, aquél que se separaba voluntariamente de los registros, de la historia, de los libros y toda creación literaria.
Por omisión, los que aún no eran aptos para comprender el conjunto de símbolos eran más bien (y mejor dicho) ignoradores innatos de la riqueza escrita. A éstos se les perdonaba la falta, puesto que todavía tenían que conseguir la herramienta para fabricar el tejido del conocimiento.
Finalmente, los desletrados por castigo de consejo, los peores, tenían terminantemente prohibido acceder a cualquier fuente de información, en consecuencia de algún acto destructivo previo. Si atentaban con mirar a escondidas algún libro se les quemaban los ojos. Los oídos eran incinerados si escuchaban alguna historia importante y la boca cosida si compartían información a los ignoradores innatos.
El castigo más cruel era el de las manos. Si los desletrados osaban escribir algo nuevo, éstas eran separadas de sus cuerpos originales y servían de exposición en museos horrorizantes donde se contaba la historia del perpetrador y por qué había terminado una parte de él allí.
Alguna placa mostraba: Desletrado por destrucción de libro. Intentó escribirlo de nuevo.
sábado, 14 de junio de 2014
Velocidad.
Las letras corren y mete usted velocidad con los ojos cada vez que lee. Puede echar reversa y verificar, con reparo, que las letras que rebasó unas líneas antes siguen allí, intactas. Es sólo que no me haré responsable de sus accidentes cuando ignore los signos de puntuación. Es crucial respetarlos para otorgar al lenguaje gracia y estilo. Corra, pero con cautela. Corra. Siga. Lea más rápido. Ahora con más intensidad. Pronuncie. Enuncie. Lea. Siga.
Cada vez que urgtapimxpim!!,.
(Se lo dije, se pasó un punto y aparte. Ahora nunca sabrá qué iba a encontrar en esa frase).
Cada vez que urgtapimxpim!!,.
(Se lo dije, se pasó un punto y aparte. Ahora nunca sabrá qué iba a encontrar en esa frase).
lunes, 9 de junio de 2014
Muerte instantánea.
Ayer la muerte se tomó una instántanea en plena tormenta. Cuando al fotógrafo le cayó el rayo, ella sonrió.
domingo, 8 de junio de 2014
Apariencias.
Un "smoking" caminando dentro de un edificio y un vestido que entra sigilosamente en el ascensor. Las voces se desvanecen, cada vez más transparentes, más diáfanas, menos presentes. Pronto los maniquíes de los centros comerciales cobran vida y caminan sin hablarse, sólo buscando fundirse con los envoltorios de la tienda. Los rostros realmente están desdibujados y uno sabe que alguien sonríe porque los músculos contornean los maxilares y los pómulos. No hay ojos para ojos ni voces para oídos.
Etiqueta saluda a otra etiqueta.
viernes, 6 de junio de 2014
Esas letras comestibles.
Si de leer sólo se tratara, las palabras llenan de buena dicción los ojos de cualquiera.
Si de usar la voz se trata, una oración neutral puede estropearse por completo o iluminarse ante los oídos de todo mundo.
Si de leer se encuentra uno mañas, no hay peor tal que atragantarse con los signos de puntuación y eructar faltas de ortografía.
Si de usar la voz se trata, una oración neutral puede estropearse por completo o iluminarse ante los oídos de todo mundo.
Si de leer se encuentra uno mañas, no hay peor tal que atragantarse con los signos de puntuación y eructar faltas de ortografía.
jueves, 5 de junio de 2014
Incongruencias de la poesía.
Dormir los panes y arroparlos en la mesa para después tomarse un sueño.
Cantar a las frutas para que crezcan más rápido y alimentarse con óperas de cámara.
Dibujarse un niño en la entrada e instruir pinturas para que se comporten como deben y que nunca abandonen sus cuadros.
¿Cuáles sino éstas, incoherencias de la poesía, nos llevan más ventaja que una prosa tristemente narrada?
Entenderemos, musa, las letras como efectivos dardos y las palabras como el veneno que lentamente nos transforman en criaturas bellas y oscuras del lenguaje.
Cantar a las frutas para que crezcan más rápido y alimentarse con óperas de cámara.
Dibujarse un niño en la entrada e instruir pinturas para que se comporten como deben y que nunca abandonen sus cuadros.
¿Cuáles sino éstas, incoherencias de la poesía, nos llevan más ventaja que una prosa tristemente narrada?
Entenderemos, musa, las letras como efectivos dardos y las palabras como el veneno que lentamente nos transforman en criaturas bellas y oscuras del lenguaje.
lunes, 26 de mayo de 2014
Microscópico.
Me vuelvo un pequeño observador de los mundos que contengo. Está la galería de arte donde numerosas pinturas están incompletas. El magistral jardín casi infinito donde las frutas se reproducen una vez al día. El castillo en ruinas en su valle inexplorado. El desierto donde llueve ligero todo el año. La laguna donde se escuchan aullidos de mujeres lobo. El espejo dentro del espejo de esa delicada habitación donde todo lo creado tiene su origen.
También están los ríos de sangre y huesos, con montones de ruina y almas errantes. Deambulan siempre las copias de material genético: mi hermano que no es mi hermano y que es una falsedad. Mi padre que es sólo copia del real. Voy creyéndome que es mi familia y al despertar deduzco que han sido proyecciones de ese cajón de irrealidades oscuras llamado subconsciente.
Así es el sueño. Entro a mi propio cuerpo convertido en un microscópico experimento y veo los paisajes dentro. Veo, a su nivel, a las células compañeras que también tienen conciencia. Unas puras y otras contaminadas.
Ver cómo hay guerras internas por posesión de territorios. Sentir cómo duele un estomágo que no me pertenece. Todo es de ellos y ellas: los diminutos que nos habitan.
Irme creyendo que con lo que haga acá afuera puedo terminar con algunas de esas sangrientas guerras. Buceando en el rojo siempre...
No soy uno. Sólo me ocupa uno distinto cada día.
También están los ríos de sangre y huesos, con montones de ruina y almas errantes. Deambulan siempre las copias de material genético: mi hermano que no es mi hermano y que es una falsedad. Mi padre que es sólo copia del real. Voy creyéndome que es mi familia y al despertar deduzco que han sido proyecciones de ese cajón de irrealidades oscuras llamado subconsciente.
Así es el sueño. Entro a mi propio cuerpo convertido en un microscópico experimento y veo los paisajes dentro. Veo, a su nivel, a las células compañeras que también tienen conciencia. Unas puras y otras contaminadas.
Ver cómo hay guerras internas por posesión de territorios. Sentir cómo duele un estomágo que no me pertenece. Todo es de ellos y ellas: los diminutos que nos habitan.
Irme creyendo que con lo que haga acá afuera puedo terminar con algunas de esas sangrientas guerras. Buceando en el rojo siempre...
No soy uno. Sólo me ocupa uno distinto cada día.
viernes, 9 de mayo de 2014
Maravillosos ojos.
Librada en la noche disfruta su exposición. Ha retratado cuarenta y dos rostros desconocidos en la calle. Ahora está aquí haciendo sonar las copas de vino y escuchando blabladurías de críticos hipócritas.
Las fotos miran a todos con hambre, con sueño, con desdicha. Todo es ojos. De miseria, de falta de hogar, de carencias. Hay una causa de por medio para reunir fondos y hacer una labor altruista. Algunas obras se están subastando. Entre ellas, "sin cielo", los ojos de un niño de siete, sentado en la banqueta buscando un trozo de pan que se le ha caído. De repente él voltea porque ve a una señora con una cámara. -Click-, allí está su miseria. Ella le acaricia el fleco y le regala un billete de cien.
¿Cuántos clicks son odiados por tante gente? Ella es querida. Es la fotógrafa amistosa.
La subasta sigue.
— ¡Cinco mil trescientos a la una...
— ¡Cinco mil setecientos!
Y sigue la subasta hasta que el respetable señor Guillermo compra "sin cielo" por diez mil quinientos.
Suenan las copas, Librada da breves discursos sobre el motivo de su obra. Algunos comienzan a bostezar. Poco a poco la sala se vacía.
El sr. Guillermo camina hasta su coche mientras mordisquea una dona. Antes de llegar a su auto alcanza a ver de reojo una mano que se estira. No se digna a mirar esos ojos maravillosos. Sólo deja caer el trozo de pan.
El niño voltea pero esta vez no hay click. Sólo un cielo que deja caer panes de vez en vez.
Las fotos miran a todos con hambre, con sueño, con desdicha. Todo es ojos. De miseria, de falta de hogar, de carencias. Hay una causa de por medio para reunir fondos y hacer una labor altruista. Algunas obras se están subastando. Entre ellas, "sin cielo", los ojos de un niño de siete, sentado en la banqueta buscando un trozo de pan que se le ha caído. De repente él voltea porque ve a una señora con una cámara. -Click-, allí está su miseria. Ella le acaricia el fleco y le regala un billete de cien.
¿Cuántos clicks son odiados por tante gente? Ella es querida. Es la fotógrafa amistosa.
La subasta sigue.
— ¡Cinco mil trescientos a la una...
— ¡Cinco mil setecientos!
Y sigue la subasta hasta que el respetable señor Guillermo compra "sin cielo" por diez mil quinientos.
Suenan las copas, Librada da breves discursos sobre el motivo de su obra. Algunos comienzan a bostezar. Poco a poco la sala se vacía.
El sr. Guillermo camina hasta su coche mientras mordisquea una dona. Antes de llegar a su auto alcanza a ver de reojo una mano que se estira. No se digna a mirar esos ojos maravillosos. Sólo deja caer el trozo de pan.
El niño voltea pero esta vez no hay click. Sólo un cielo que deja caer panes de vez en vez.
domingo, 27 de abril de 2014
Noche.
Vamos a ponernos poéticos.
La noche era un manto estrellado con el que arropaban al universo.
Ahora es una caja perforada llena de canicas suspendidas en plasma.
O si quieres, puede ser en el futuro un enorme vestido de luces de la galaxia que amamantó a algunos dioses.
La noche era un manto estrellado con el que arropaban al universo.
Ahora es una caja perforada llena de canicas suspendidas en plasma.
O si quieres, puede ser en el futuro un enorme vestido de luces de la galaxia que amamantó a algunos dioses.
sábado, 26 de abril de 2014
Añoranza.
El sr. Buffa se levanta todas las mañanas bajo un sol de trigos, justo allá en el horizonte, pintando una odisea con nubes y aves borrosas.
Sirve el café. En la única calle ruedan casi por azar algunos autos. Buffa ha llegado a contar hasta 25 en un día con mucha actividad. Salen los niños. La pelota intercambia manos infantiles. El sr. Buffa se estira, bosteza y abre luego una puerta abajo de su casa. Esta conduce a un taller de relojería con múltiples repisas, instrumentos y sueños de otros en manecillas congeladas.
Después de reparar diez o quince, va al comedor a devorar peperoncini farciti al Tonno, junto con botellas de vino fuerte y otras creaciones deliciosas. Celebra con su esposa el día. Cada vez que acerca su copa a la de ella dice "chin chin". Ríe a carcajadas. Termina.
Se asoma por la ventana, mira las montañas y se deja hundir en un sillón de jardín, donde los próximos cuarenta y tantos minutos roncará como si hubiera competencia.
Si alguien lo mirase desde lejos notaría que no es él quien ama su hogar. La Toscana lo ama a él. Con su brillo particular en los ojos, con su sonrisa inagotable y unos días que parecen salidos de un cuento. Con su noche estrellada y la promesa de que el siguiente sol será idéntico al anterior: tranquilo, largo, único. Pero también diferente: más sonrojado.
Suena el teléfono.
Del otro lado, de una ciudad de América, se escucha el flujo de bocinas atragantándose entre motores. Una conversación de negocios. Se apresura. Justo en ese momento, el sr. Buffa añora regresar a la Toscana. A su hogar.
Sólo le basta colgar y asomarse por la ventana para olvidar aquel infierno donde ya no caben los coches. Y se pregunta cómo es que algunas personas pueden vivir sin vino, sin sol de trigos, sin peperoncini.
Una semana.
Un turista pinta desde lejos un retrato del hogar del sr. Buffa. Luego se le agotan las vacaciones, se lleva su cuadro y se regresa a Nueva York. Se expone la galería.
Mientras algunos críticos de arte observan la pintura donde el sr. Buffa aparece, otros creen que ese cuadro tiene vida y que en cualquier momento se pondrá el sol de óleo al mismo tiempo que anochece en Nueva York que nunca duerme.
Sirve el café. En la única calle ruedan casi por azar algunos autos. Buffa ha llegado a contar hasta 25 en un día con mucha actividad. Salen los niños. La pelota intercambia manos infantiles. El sr. Buffa se estira, bosteza y abre luego una puerta abajo de su casa. Esta conduce a un taller de relojería con múltiples repisas, instrumentos y sueños de otros en manecillas congeladas.
Después de reparar diez o quince, va al comedor a devorar peperoncini farciti al Tonno, junto con botellas de vino fuerte y otras creaciones deliciosas. Celebra con su esposa el día. Cada vez que acerca su copa a la de ella dice "chin chin". Ríe a carcajadas. Termina.
Se asoma por la ventana, mira las montañas y se deja hundir en un sillón de jardín, donde los próximos cuarenta y tantos minutos roncará como si hubiera competencia.
Si alguien lo mirase desde lejos notaría que no es él quien ama su hogar. La Toscana lo ama a él. Con su brillo particular en los ojos, con su sonrisa inagotable y unos días que parecen salidos de un cuento. Con su noche estrellada y la promesa de que el siguiente sol será idéntico al anterior: tranquilo, largo, único. Pero también diferente: más sonrojado.
Suena el teléfono.
Del otro lado, de una ciudad de América, se escucha el flujo de bocinas atragantándose entre motores. Una conversación de negocios. Se apresura. Justo en ese momento, el sr. Buffa añora regresar a la Toscana. A su hogar.
Sólo le basta colgar y asomarse por la ventana para olvidar aquel infierno donde ya no caben los coches. Y se pregunta cómo es que algunas personas pueden vivir sin vino, sin sol de trigos, sin peperoncini.
Una semana.
Un turista pinta desde lejos un retrato del hogar del sr. Buffa. Luego se le agotan las vacaciones, se lleva su cuadro y se regresa a Nueva York. Se expone la galería.
Mientras algunos críticos de arte observan la pintura donde el sr. Buffa aparece, otros creen que ese cuadro tiene vida y que en cualquier momento se pondrá el sol de óleo al mismo tiempo que anochece en Nueva York que nunca duerme.
jueves, 24 de abril de 2014
Muertes que renacen.
¿Cuántas veces, detestable compañero de urbanidad, te he matado?
Te he arrancado la cabeza con unas pinzas gigantes, llenado la cara con estiércol fresco de vaca, incendiado hasta dejarte en los negros huesos, puesto bajo la guillotina y dado tu sangre a los cerdos.
Te he licuado con todo y ropa en un depósito de materiales, te he derretido tu horrible mueca con plástico hirviendo, te he dejado caer una grúa encima, arrancado los brazos, triturado industrialmente y enterrado vivo con dos alacranes.
¿Cuántas?
Anoche soñé que te dejaba caer desde un precipicio, con un alambre de púas al cuello, listo para hacerse nudo.
Lamentablemente, todos los días te vuelvo a encontrar con tu patética corneta al volante.
Te he arrancado la cabeza con unas pinzas gigantes, llenado la cara con estiércol fresco de vaca, incendiado hasta dejarte en los negros huesos, puesto bajo la guillotina y dado tu sangre a los cerdos.
Te he licuado con todo y ropa en un depósito de materiales, te he derretido tu horrible mueca con plástico hirviendo, te he dejado caer una grúa encima, arrancado los brazos, triturado industrialmente y enterrado vivo con dos alacranes.
¿Cuántas?
Anoche soñé que te dejaba caer desde un precipicio, con un alambre de púas al cuello, listo para hacerse nudo.
Lamentablemente, todos los días te vuelvo a encontrar con tu patética corneta al volante.
viernes, 11 de abril de 2014
Abuelo.
Es tan seco, tan serio, tan firme. Comienzo a creer que dejó de ser padre para convertirse en abuelo.
Te acaricia con esa dulzura por las mañanas pero te quema si lo miras demasiado con esa falta de respeto propia de un escuincle.
Se duerme temprano, como a eso de las siete. Aunque le cambien la hora, él sigue levantando a las gallinas todas las mañanas. Se pone rojo por la tarde, ruborizado. Echa de menos el mar.
Los rumores dicen que es un maligno, que nos va a provocar irritaciones. Se le ve bien alto, serio, seco y cálido a la vez.
No lo hagas enojar porque se esfuma, no te habla, te aplica la ley del abismo verbal. Luego regresa con su cara como si nada hubiera pasado, después de la lluvia, lavado, limpio y listo para seguir escuchándote.
Y no es más que un sol que todos los días le da vuelta a este hogar enorme.
Te acaricia con esa dulzura por las mañanas pero te quema si lo miras demasiado con esa falta de respeto propia de un escuincle.
Se duerme temprano, como a eso de las siete. Aunque le cambien la hora, él sigue levantando a las gallinas todas las mañanas. Se pone rojo por la tarde, ruborizado. Echa de menos el mar.
Los rumores dicen que es un maligno, que nos va a provocar irritaciones. Se le ve bien alto, serio, seco y cálido a la vez.
No lo hagas enojar porque se esfuma, no te habla, te aplica la ley del abismo verbal. Luego regresa con su cara como si nada hubiera pasado, después de la lluvia, lavado, limpio y listo para seguir escuchándote.
Y no es más que un sol que todos los días le da vuelta a este hogar enorme.
Personajes que somos.
Describieron tus características, tu personalidad, tus vicios, tu apariencia, tus desengaños, tus sueños y tus cualidades.
Te escribieron.
Lamentablemente ya te han borrado el guión.
Arréglatelas como puedas.
Te escribieron.
Lamentablemente ya te han borrado el guión.
Arréglatelas como puedas.
miércoles, 9 de abril de 2014
Beso.
Uno de fuego destruye las camas.
Uno de hielo inunda los rostros.
Uno de aire es pura carcajada de niños.
Uno de agua da un poco de asco.
No te puedes ir de este mundo sin haberlos sentido.
No puedes retirarte sin haberlos entregado.
Uno de hielo inunda los rostros.
Uno de aire es pura carcajada de niños.
Uno de agua da un poco de asco.
No te puedes ir de este mundo sin haberlos sentido.
No puedes retirarte sin haberlos entregado.
martes, 8 de abril de 2014
Ladrona.
Mire, vuestra merced, róbeme los labios.
Yo me acerco, sea ruin, húrteme.
No vaya a ser que más pronto que hace unos segundos, mi boca ya no esté.
Escabúllase, lléveselos para siempre.
No mire jamás de vuelta.
Vuestra merced, que yo no le pido nada.
Pero llévese la fuente de estas palabras.
Verá cómo embona.
Si no embona, oblíguela.
Póngase estos labios en su rostro firme.
Es ahora. Instantes después puede que ya no estén.
Si me ignora, yo la perderé.
No sea boba. La perderé del mundo por mi culpa, yo me encargo.
No se extrañe si no sabe ni dónde está, porque yo le juro que la pierdo y del mundo la desaparezco.
Vivirá prisionera no en la torre, sino en las noches de mi cama.
Bandida hágase de una vez, o le prometo que la ladrona no será vuestra merced.
Roldán de Ridere,
a la reina de cualquier reino que tenga riquezas miles.
(y cuya belleza sea igual de copiosa).
Yo me acerco, sea ruin, húrteme.
No vaya a ser que más pronto que hace unos segundos, mi boca ya no esté.
Escabúllase, lléveselos para siempre.
No mire jamás de vuelta.
Vuestra merced, que yo no le pido nada.
Pero llévese la fuente de estas palabras.
Verá cómo embona.
Si no embona, oblíguela.
Póngase estos labios en su rostro firme.
Es ahora. Instantes después puede que ya no estén.
Si me ignora, yo la perderé.
No sea boba. La perderé del mundo por mi culpa, yo me encargo.
No se extrañe si no sabe ni dónde está, porque yo le juro que la pierdo y del mundo la desaparezco.
Vivirá prisionera no en la torre, sino en las noches de mi cama.
Bandida hágase de una vez, o le prometo que la ladrona no será vuestra merced.
Roldán de Ridere,
a la reina de cualquier reino que tenga riquezas miles.
(y cuya belleza sea igual de copiosa).
jueves, 3 de abril de 2014
Bella ingenuidad.
Cambio de cincuenta cuando se ha pagado con uno de quinientos. Sabes que la naturaleza de lo humano está corrupta cuando saliste de la panadería y te has percatado de esas matemáticas, cuentas mal hechas y mal observadas. Y tú las permitiste. Por ingenuo. No, por estúpido. Más bien estabas distraído, pensando en el café que te espera en casa, en la compañía, en la televisión o en el único que te soporta como nadie después del trabajo: el sofá.
El pan más caro de ese día: sólo dos piezas. Dos cuernos de mantequilla que ahora te preparas para disfrutar como gourmet debido a tu falta de atención y a una cajera mal hija de su madre, a la cual ya le enviaste todos los insultos que te sabes. Da igual, piensas, pero después te regresas enojado con todo lo que se cruza en tu camino, dispuesto a reclamar. En la panadería todos disimulan. Se echan la bolita. Nadie tiene tu cambio. El imbécil vigilante de la entrada te acusa de no guardar bien tus cosas y que probablemente lo hayas perdido en la calle.
Vas de vuelta a la casa y te desquitas con los cojines del sillón hasta dejarlos amoratados, llenos de tu sangre imaginaria en los impresos de hilo rojo. Azotados contra el suelo, les echas llaves de lucha libre hasta que te gana la risa y entonces sabes que estás curado.
Eso no es ingenuidad. Como tampoco lo es creerse que nadie encontró tu cambio. Eso es abuso de la gente, es la corrupción encarnada en caras de mentirosos, en tipos cancerígenos que quieren colapsar con tu buena honradez y honestidad. Sabes que de todas formas no te volverás como ellos, que seguirás siendo recto incluso en algo tan trivial como separar la basura en orgánica e inorgánica.
Aunque te dan ganas de mandar a tu mejor amigo a provocar un escándalo, te las aguantas. Te castigas mentalmente una y otra vez sobre cómo se puede estar tan distraído. Abres tu billetera y revisas, sólo para recalcar de nuevo ese momentito de pendejada. Sí, no está el billete. No está. Arrojas la cartera y te desplomas en la mesa. Cinco minutos más tarde estás masticando los cuernos más caros de la panadería.
Dejar caca de perro en la entrada no ayudaría. Te repasas tus maldades de chiquillo en la cabeza para hacerte justicia. No volverás a esa maldita panadería corrupta de mierda. Como último intento piensas en ir a cagarles el pan que acabas de ingerir sobre la caja, de alguna forma. O ya de menos, cagarte en la leche como dicen los españoles. Bola de rateros.
Después de todo el berrinche, como a media noche, escuchas el aleteo perdido de una polilla gigante. Se metió por la cocina buscando el calor. Olvidas todo. Admiras el diseño de las alas, la estructura firme del insecto, el abdomen, el tórax, las alas perfectas sin ningún rasguño. Te preguntas cómo es que hizo para evitar a los gatos nocturnos del patio de servicio.
Te pierdes en sus alas, en sus pardos tonos y en su vuelo a un fragmento del cuerno que aún no te has terminado. Se quedará toda la noche allí, parece. Y no te molesta.
Esa es la bella ingenuidad.
El pan más caro de ese día: sólo dos piezas. Dos cuernos de mantequilla que ahora te preparas para disfrutar como gourmet debido a tu falta de atención y a una cajera mal hija de su madre, a la cual ya le enviaste todos los insultos que te sabes. Da igual, piensas, pero después te regresas enojado con todo lo que se cruza en tu camino, dispuesto a reclamar. En la panadería todos disimulan. Se echan la bolita. Nadie tiene tu cambio. El imbécil vigilante de la entrada te acusa de no guardar bien tus cosas y que probablemente lo hayas perdido en la calle.
Vas de vuelta a la casa y te desquitas con los cojines del sillón hasta dejarlos amoratados, llenos de tu sangre imaginaria en los impresos de hilo rojo. Azotados contra el suelo, les echas llaves de lucha libre hasta que te gana la risa y entonces sabes que estás curado.
Eso no es ingenuidad. Como tampoco lo es creerse que nadie encontró tu cambio. Eso es abuso de la gente, es la corrupción encarnada en caras de mentirosos, en tipos cancerígenos que quieren colapsar con tu buena honradez y honestidad. Sabes que de todas formas no te volverás como ellos, que seguirás siendo recto incluso en algo tan trivial como separar la basura en orgánica e inorgánica.
Aunque te dan ganas de mandar a tu mejor amigo a provocar un escándalo, te las aguantas. Te castigas mentalmente una y otra vez sobre cómo se puede estar tan distraído. Abres tu billetera y revisas, sólo para recalcar de nuevo ese momentito de pendejada. Sí, no está el billete. No está. Arrojas la cartera y te desplomas en la mesa. Cinco minutos más tarde estás masticando los cuernos más caros de la panadería.
Dejar caca de perro en la entrada no ayudaría. Te repasas tus maldades de chiquillo en la cabeza para hacerte justicia. No volverás a esa maldita panadería corrupta de mierda. Como último intento piensas en ir a cagarles el pan que acabas de ingerir sobre la caja, de alguna forma. O ya de menos, cagarte en la leche como dicen los españoles. Bola de rateros.
Después de todo el berrinche, como a media noche, escuchas el aleteo perdido de una polilla gigante. Se metió por la cocina buscando el calor. Olvidas todo. Admiras el diseño de las alas, la estructura firme del insecto, el abdomen, el tórax, las alas perfectas sin ningún rasguño. Te preguntas cómo es que hizo para evitar a los gatos nocturnos del patio de servicio.
Te pierdes en sus alas, en sus pardos tonos y en su vuelo a un fragmento del cuerno que aún no te has terminado. Se quedará toda la noche allí, parece. Y no te molesta.
Esa es la bella ingenuidad.
miércoles, 2 de abril de 2014
Libertad.
Ese enorme pequeño universo en el interior de la cabeza busca todos los días crear sinapsis. Neuronas que no se conocen todavía entre sí, tal cual como yo no conozco a varias personas en la provincia de Pistoia en la Toscana, Italia. O vamos, no tan lejos, en Puebla, en Veracruz, en la capital. Además, muchas personas en el mundo aún no saben que existen otras potenciales amistades esperando por un intercambio de ideas, gustos e impresiones.
Ese universo alterno en el interior de la tierra busca todos los días conectar personas.
Hablé con otra neurona.
Tenía brazos, piernas y cabeza.
Extendí los dichosos axones y las dendritas del mundo. En un impulso eléctrico de intercambio de miradas, palabras y gestos, el mundo tiene una sinapsis más.
Libertad. Para hablar y unir finalmente ese hilo invisible que todos los días espera enredarnos cuando nos acaricia sutilmente la boca para preguntar algo que desencadene una conversación.
Ese universo alterno en el interior de la tierra busca todos los días conectar personas.
Hablé con otra neurona.
Tenía brazos, piernas y cabeza.
Extendí los dichosos axones y las dendritas del mundo. En un impulso eléctrico de intercambio de miradas, palabras y gestos, el mundo tiene una sinapsis más.
Libertad. Para hablar y unir finalmente ese hilo invisible que todos los días espera enredarnos cuando nos acaricia sutilmente la boca para preguntar algo que desencadene una conversación.
lunes, 31 de marzo de 2014
Personajes.
Ellos no salen de la manga. Hay un bolsillo allí, justo debajo del pecho, donde se asoman todos.
Cuando les viene en gana, gritan.
Cuando les viene en gana, gritan.
miércoles, 26 de marzo de 2014
Dame.
Dame unas letras y construiré unos trenes de poesía que hagan mucho ruido para que no te duermas.
Dame unas palabras y edificaré bocetos habitables, para tu alma, para tu cena, para tu cobijo y tu metamorfosis.
Dame los trenes con sentido y te haré una oferta de por vida. Así, tenue, gradual y que con el tiempo haga raíces en tus recintos favoritos.
Pero si me das un texto completo daré origen a un alma nueva para que te habite.
Dame unas palabras y edificaré bocetos habitables, para tu alma, para tu cena, para tu cobijo y tu metamorfosis.
Dame los trenes con sentido y te haré una oferta de por vida. Así, tenue, gradual y que con el tiempo haga raíces en tus recintos favoritos.
Pero si me das un texto completo daré origen a un alma nueva para que te habite.
lunes, 24 de marzo de 2014
La estancia.
Como un barco de papel en aguas tranquilas, cuya proa ya ha sido ocupada por un arácnido sencillo donde ha tejido una pequeña cama para dejar pasar el tiempo, así es la estancia en este preciso momento. Con el sol eterno e inmóvil de pintura. No hay paredes, sólo estancia pura y mansa.
domingo, 23 de marzo de 2014
Directo al cerebro.
Ella se sentó junto a mí. Me miró con ojos cansados, pesados, rojos. Se reía solita. Me hablaba de las maravillas contenidas en su bolsa. Cómo cada elemento tenía una utilidad y una función práctica, pero además, cómo se le podía observar durante diez minutos para descubrir todos los ángulos.
Sacó aquello que custodiaba con tanto secreto y cautela. Lo examinó varias veces y lo extrajo de un fragmento de papel de ese con el que hacen las bolsas de pan, desenrollándolo. Me hizo ademán de que no hablara, lo vio también desde muchos lados, me lo enseñó como un tesoro de baúl.
— No le digas a nadie.
Se llevó ambas manos a la cara. Inspiró fuertemente. Inhaló lo mejor que pudo. Luego me compartió un poco. Era en verdad algo para destapar la nariz. Fuerte, aromático, te transportaba a otra época. Cada elemento nuevo ocupaba un lugar en mi olfato. Luego me lo arrebató e inhaló más. Era adicta.
Nunca nadie me había hecho oler con tanto detalle un tomo literario tan antiguo, tan pequeño, cuyas letras en las hojas llegaron directo a mi cerebro. Una imprenta deliciosa.
Papel a la memoria.
Sacó aquello que custodiaba con tanto secreto y cautela. Lo examinó varias veces y lo extrajo de un fragmento de papel de ese con el que hacen las bolsas de pan, desenrollándolo. Me hizo ademán de que no hablara, lo vio también desde muchos lados, me lo enseñó como un tesoro de baúl.
— No le digas a nadie.
Se llevó ambas manos a la cara. Inspiró fuertemente. Inhaló lo mejor que pudo. Luego me compartió un poco. Era en verdad algo para destapar la nariz. Fuerte, aromático, te transportaba a otra época. Cada elemento nuevo ocupaba un lugar en mi olfato. Luego me lo arrebató e inhaló más. Era adicta.
Nunca nadie me había hecho oler con tanto detalle un tomo literario tan antiguo, tan pequeño, cuyas letras en las hojas llegaron directo a mi cerebro. Una imprenta deliciosa.
Papel a la memoria.
sábado, 22 de marzo de 2014
Luna fértil.
La luna está embarazada. De cientos de cometas que la han golpeado alguno ha dejado su rastro. Ha de hincharse lentamente hasta que le bese la atmósfera al cielo que tanto nos anima en su azulidad.
Cuando se llegue el momento oportuno de parir, se alzarán los mares, levantará el viento, arreciará la lluvia y los maremotos volcarán sobre la tierra seca. Se romperá la fuente y el polvo gris caerá.
De su núcleo emergerá un asteroide fino, hecho de la misma materia que los diamantes más codiciados. La orbitará durante mucho tiempo, siguiéndola como madre celeste. Beberá sol cuando pueda y alguna que otra nebulosa de postre.
Cuando sus nocturnos berrinches de malhumorado crío hagan temblar las capas tectónicas, la luna levantará un poco de mar para confortarlo. Caerá un marino. Naufragará un capitán. Navíos de juguete. Todo para complacer al niño asteroide.
Y al final, la gorda luna adelgazará hasta ocultarse. Procreará más hijos luego, que cien no bastan. Mil no bastan.
Y aún me pregunto: ¿quién es el padre?
Cuando se llegue el momento oportuno de parir, se alzarán los mares, levantará el viento, arreciará la lluvia y los maremotos volcarán sobre la tierra seca. Se romperá la fuente y el polvo gris caerá.
De su núcleo emergerá un asteroide fino, hecho de la misma materia que los diamantes más codiciados. La orbitará durante mucho tiempo, siguiéndola como madre celeste. Beberá sol cuando pueda y alguna que otra nebulosa de postre.
Cuando sus nocturnos berrinches de malhumorado crío hagan temblar las capas tectónicas, la luna levantará un poco de mar para confortarlo. Caerá un marino. Naufragará un capitán. Navíos de juguete. Todo para complacer al niño asteroide.
Y al final, la gorda luna adelgazará hasta ocultarse. Procreará más hijos luego, que cien no bastan. Mil no bastan.
Y aún me pregunto: ¿quién es el padre?
jueves, 20 de marzo de 2014
Uno y cientos.
Una mentira y una verdad.
Mentira: "un sólo ente".
Verdad: "poblado de conciencias".
Uno y cientos cuando te miras al espejo. ¿Ya contaste las veces que asesinaste a ese desagradable tipo del otro lado de la puerta de plata?
Y hoy, sin decir nada, mira cómo lo celebras.
No es el mismo. Son los clones, luchando por aparecer uno a la vez durante la vida.
Mentira: "un sólo ente".
Verdad: "poblado de conciencias".
Uno y cientos cuando te miras al espejo. ¿Ya contaste las veces que asesinaste a ese desagradable tipo del otro lado de la puerta de plata?
Y hoy, sin decir nada, mira cómo lo celebras.
No es el mismo. Son los clones, luchando por aparecer uno a la vez durante la vida.
miércoles, 19 de marzo de 2014
Sinrazón y locura.
La sinrazón no es lo mismo que la locura.
En la primera, uno se queda absorto, mirando el cielo, las nubes, respirando, casi meditando y dejando que todo flote. Hasta quedarse dormidos y perdidos en el espacio.
En la segunda, sobreviene un impulso hermoso de hacer pedazos los paradigmas que nos armaron cuando éramos pequeños.
Es más, te conviene primero hacer locura y luego entrar en sinrazón.
En la primera, uno se queda absorto, mirando el cielo, las nubes, respirando, casi meditando y dejando que todo flote. Hasta quedarse dormidos y perdidos en el espacio.
En la segunda, sobreviene un impulso hermoso de hacer pedazos los paradigmas que nos armaron cuando éramos pequeños.
Es más, te conviene primero hacer locura y luego entrar en sinrazón.
viernes, 14 de marzo de 2014
Verbúsicos.
Aquella tarde en "le grand orchestre" ocurrió el más extraño y excéntrico evento.
El primer hombre pianizó su existencia. Seguido del más alto, quien violinizaba su vida. Un gordo clarineteó a un flaco, quien oboesificaba algunas notas al aire. Y ella, arregladísima con un centelleante vestido negro, escenariaba toda su voz, flautizándola entre respiros.
Bastó el fin del mundo de las cuerdas para cerrar y orquestarse en la eternidad de un crítico y su sola butaca apagada.
El primer hombre pianizó su existencia. Seguido del más alto, quien violinizaba su vida. Un gordo clarineteó a un flaco, quien oboesificaba algunas notas al aire. Y ella, arregladísima con un centelleante vestido negro, escenariaba toda su voz, flautizándola entre respiros.
Bastó el fin del mundo de las cuerdas para cerrar y orquestarse en la eternidad de un crítico y su sola butaca apagada.
jueves, 13 de marzo de 2014
Reflejantes.
Reflejantes...
¿duién qiría due ciertas qulces letras qe muchas balapras boqían reflejarse de tal manera?
Rábidas, apstractas, qiáfanas, boqerosas...
Reflejosas...
...con qestino en un babel inmortal, cuya sonoriqaq rebica en el bergamino combleto.
¿duién qiría due ciertas qulces letras qe muchas balapras boqían reflejarse de tal manera?
Rábidas, apstractas, qiáfanas, boqerosas...
Reflejosas...
...con qestino en un babel inmortal, cuya sonoriqaq rebica en el bergamino combleto.
lunes, 10 de marzo de 2014
No sé qué.
Todos hablan de una no sé qué desconocida, mística, pronunciable con dificultad. Para aprenderla, hay que mover la no sé qué en otras direcciones, formas e imitar a los que ya la saben.
No basta con sacar y mostrar la no sé qué. Hay que ejercitarla. Ya de menos, de no sé qué comerse un taco.
No basta con sacar y mostrar la no sé qué. Hay que ejercitarla. Ya de menos, de no sé qué comerse un taco.
viernes, 7 de marzo de 2014
Tarde.
Un hombre demasiado impuntual. Era. Es. No sé.
Tanto retraso, siempre, que la muerte tuvo que esperarlo. Así vivió años de más, tardíos, llegaba tarde a los accidentes y no le pasaba nada. Tarde a todas horas. Su máximo logro: dos años tarde. Perdió citas, dejó escapar oportunidades, no salvó las vidas que debía cuando se inscribió al cuerpo de bomberos.
Pronto la vida se cansó de esperarlo. Como la muerte tampoco quería aguardar por él, entonces cayó en el limbo: un infinito azul, largo y eterno. Se le había pasado el juicio también. Allí nadie espera a nadie. Nadie se impacienta ni lo carcome la ansiedad por la espera.
Hasta que entonces se cansó de sí mismo, de tolerarse siempre sus retrasos. Y quiso olvidarse de él para siempre, pero se tardó y cayó en un colapso nervioso que demoró días en consumirlo casi por completo.
De no ser por los paramédicos que llegaron a tiempo para salvarlo, hubiera sido demasiado tarde.
Tanto retraso, siempre, que la muerte tuvo que esperarlo. Así vivió años de más, tardíos, llegaba tarde a los accidentes y no le pasaba nada. Tarde a todas horas. Su máximo logro: dos años tarde. Perdió citas, dejó escapar oportunidades, no salvó las vidas que debía cuando se inscribió al cuerpo de bomberos.
Pronto la vida se cansó de esperarlo. Como la muerte tampoco quería aguardar por él, entonces cayó en el limbo: un infinito azul, largo y eterno. Se le había pasado el juicio también. Allí nadie espera a nadie. Nadie se impacienta ni lo carcome la ansiedad por la espera.
Hasta que entonces se cansó de sí mismo, de tolerarse siempre sus retrasos. Y quiso olvidarse de él para siempre, pero se tardó y cayó en un colapso nervioso que demoró días en consumirlo casi por completo.
De no ser por los paramédicos que llegaron a tiempo para salvarlo, hubiera sido demasiado tarde.
miércoles, 5 de marzo de 2014
Música de ánima.
Cada vez que un alma es incapaz de hablar, se incorpora a un instrumento musical y entonces llora en forma de melodías bien pronunciadas, ríe a escalas, grita a conciertos, canta como si fuera a morir ese día.
No hay otro lenguaje ni otra comprensión: sólo las notas fluyendo por el aliento del alma haciéndose pedazos, reconstituyéndose y creciendo hasta inundar sus propios espacios. Luego estalla.
No hay otro lenguaje ni otra comprensión: sólo las notas fluyendo por el aliento del alma haciéndose pedazos, reconstituyéndose y creciendo hasta inundar sus propios espacios. Luego estalla.
viernes, 28 de febrero de 2014
La poesía perfecta.
Observábase un poeta absorto en la luna, tratando de hacer de la poesía un astro de letras.
Mas la gravedad le cambió súbitamente, imantando así a la blanca esfera en segundos contra su planeta.
Para pronto ella impactó haciendo un corto ruido, dejando impresionada contra el suelo la estampa del hombre ridículo.
Así la luna pinta cuadros rojos de poesía perfecta.
- Roldán de Ridere.
Mas la gravedad le cambió súbitamente, imantando así a la blanca esfera en segundos contra su planeta.
Para pronto ella impactó haciendo un corto ruido, dejando impresionada contra el suelo la estampa del hombre ridículo.
Así la luna pinta cuadros rojos de poesía perfecta.
- Roldán de Ridere.
lunes, 24 de febrero de 2014
Abuso.
Tras el primer soplido, aquél hombre mundano me miró perplejo. Gordo como un tinaco de azotea, se sentaba todas las tardes en su jardín a leer el "Sports Section" matutino. Sin playera. Si se le veía de reojo, el jardín parecía tener en el centro una tinaja rosada, olvidada y amoratada. No era sino hasta que se movía que uno se daba cuenta que aquello en realidad era un hombre leyendo.
Sudaba siempre a borbotones por la menor tarea posible: una caminata, cargar un maletín, formarse en las filas del metro donde me lo encontraba repetidas ocasiones.
Surgía un nuevo disparo de la cervatana entre mis labios, obligando al mastodonte a incomodarse, decir unas maldiciones, verlo incorporarse como una gelatina mal cuajada y meterse pesadamente en su casa. Se quitaba con trabajo los dardos de anestesia que había recibido.
Unas horas después tocaba la puerta de mi casa y le abría mi madre. Yo escuchaba complacido desde mi habitación todo el regaño, que el "bullying" de su hijo ya lo tenía frito. Y mi señora madre, con toda la prudencia, paciencia y certeza que tenía, sólo atinaba a decir:
"Es un niño, sólo juega. Ya sabe cómo son. Sobretodo si a los cuatro años les quitan el desayuno todos los días, con maña, fuerza y dolo. ¿Ya no se acuerda, animal?" Discutían un poco y ella, con todos sus argumentos sobre la justicia y la veterinaria, se las arreglaba para que el hombre le tuviese miedo y se fuera calladito, amenazado.
Ella azotaba la puerta. Luego me preguntaba, gritando hacia las escaleras: ¿cuántos dardos te quedan hijo?
Cuarenta y siete. Cuarenta y siete pagos que todavía debía aquel marrano hijo de la gran puta que hizo de mis primeros años de escuela una tortura con hambrunas.
Sudaba siempre a borbotones por la menor tarea posible: una caminata, cargar un maletín, formarse en las filas del metro donde me lo encontraba repetidas ocasiones.
Surgía un nuevo disparo de la cervatana entre mis labios, obligando al mastodonte a incomodarse, decir unas maldiciones, verlo incorporarse como una gelatina mal cuajada y meterse pesadamente en su casa. Se quitaba con trabajo los dardos de anestesia que había recibido.
Unas horas después tocaba la puerta de mi casa y le abría mi madre. Yo escuchaba complacido desde mi habitación todo el regaño, que el "bullying" de su hijo ya lo tenía frito. Y mi señora madre, con toda la prudencia, paciencia y certeza que tenía, sólo atinaba a decir:
"Es un niño, sólo juega. Ya sabe cómo son. Sobretodo si a los cuatro años les quitan el desayuno todos los días, con maña, fuerza y dolo. ¿Ya no se acuerda, animal?" Discutían un poco y ella, con todos sus argumentos sobre la justicia y la veterinaria, se las arreglaba para que el hombre le tuviese miedo y se fuera calladito, amenazado.
Ella azotaba la puerta. Luego me preguntaba, gritando hacia las escaleras: ¿cuántos dardos te quedan hijo?
Cuarenta y siete. Cuarenta y siete pagos que todavía debía aquel marrano hijo de la gran puta que hizo de mis primeros años de escuela una tortura con hambrunas.
jueves, 20 de febrero de 2014
Ella espera, ella inspira.
Ella no lava los platos, pero se mete en la cocina. No escucha, no sabe nada. Arroja la ropa lejos y luego se ríe. Sostiene cabello por cabello, mordiéndolos lentamente en la plenitud del jardín. Se mete a la fuente como niña, levantando oleajes diminutos, volcando barcos de papel.
No responde, no contesta. Se esconde de mí y cuando logro encontrarla, me muestra, sin embargo, los torbellinos de sus ojos, esperando una respuesta creadora. Intenta abofetearme y se retira a sus aposentos, de entre los miles que tiene dispersos en la casa. Su cabello es un desastre y se empecina en cepillarlo lentamente hasta que se le consume el día.
Ya pronto se consume también la noche, entre las velas. Allí brota la chispa de una literatura vuelta folios con precisa caligrafía dorada. Lenta. Bien trabajada. Entonces me sonríe, me sonríe y me abraza la condenada musa que durante todo el día permaneció callada.
martes, 18 de febrero de 2014
Amantes al derecho y a la inversa.
Tras la noche, donde el sol se ahoga y la luna comienza a morder a las estrellas, los amantes han de explorarse al derecho y a la inversa:
Sentirse los besos,
Labiárselos.
Cabellizarse los olores,
Manizarse los roces.
Incorporarse los bailes,
Mirarse con la comida.
Amarse en la hechura.
Juntarse dormidos.
Desnudarse tocados.
Encamarse en el secreto.
Oírse en el habla.
Encorazonarse con el tacto.
Animarse el veneno mutuo.
Vocificarse lo extraño.
Encariñarse las confesiones,
e infinitarse la exploración.
Así, hasta que de los dos no quede ninguno y sólo se sepa que la luna se incuba entre las nubes para quebrarse y hacer salir el sol de sus entrañas.
domingo, 16 de febrero de 2014
Diatriba elegante.
(Dedicada a los estafadores del amor).
Permítame vuestra merced hacerle un sencillo, atinado y obstinado comentario. Una bondadosa injuria contra su denigrante, engañosa y embustera persona.
Habla del amor como si lo conociera personalmente, cuando en realidad todos sabemos que lo disfraza con artilugios. El amor le salió mordido y robado por un perro de pocas pulgas. Ni los cupidos arrojarían una flecha para clavarla en su pulmón. Allí, sobre esa baratija que lleva por sombrero, derraman las palomas negras su despreciable y chorreante líquido de tripas.
Vago semejante no le arrebataría su posición de mentiroso embaucador. Su cara ceniza derrite los jabones más finos y ni los cerdos lo aceptarían como invitado de honor en un charco fresco. Embárrese de vuestra merced mismo para que se contamine aún más. Yo le digo que si el excremento hablara, saldría huyendo de su contaminada existencia, pues lo ofendería gravemente al pisarlo.
Sus palabras, le insisto, son cloacas vivas que ni las brujas ni las gárgolas más terribles quieren respirar. No se confíe ni se vaya por el lado contrario, no lo estoy halagando. Le confecciono esta diatriba para contrarrestar las lágrimas que ha hecho derramar a una jovial e inocente alma.
Y ahora, si me lo permite, iré a consolar con magistral eficacia esa flor que vuestra merced se encargó de deshojar oportunamente.
Mientras, sírvase morir lentamente vuestra merced con el veneno en polvo que esparcí sobre esta hoja y que seguramente vuestra merced ya inhaló con sus horrendas fosas. Pues a la fosa, por ingrata y ofendida que sea, no merece albergar semejante porquería ni inmundicia. Así que le recomiendo dejar dinero suficiente para que lo conviertan en cenizas.
Disfrute el resto de sus últimas horas.
Permítame vuestra merced hacerle un sencillo, atinado y obstinado comentario. Una bondadosa injuria contra su denigrante, engañosa y embustera persona.
Habla del amor como si lo conociera personalmente, cuando en realidad todos sabemos que lo disfraza con artilugios. El amor le salió mordido y robado por un perro de pocas pulgas. Ni los cupidos arrojarían una flecha para clavarla en su pulmón. Allí, sobre esa baratija que lleva por sombrero, derraman las palomas negras su despreciable y chorreante líquido de tripas.
Vago semejante no le arrebataría su posición de mentiroso embaucador. Su cara ceniza derrite los jabones más finos y ni los cerdos lo aceptarían como invitado de honor en un charco fresco. Embárrese de vuestra merced mismo para que se contamine aún más. Yo le digo que si el excremento hablara, saldría huyendo de su contaminada existencia, pues lo ofendería gravemente al pisarlo.
Sus palabras, le insisto, son cloacas vivas que ni las brujas ni las gárgolas más terribles quieren respirar. No se confíe ni se vaya por el lado contrario, no lo estoy halagando. Le confecciono esta diatriba para contrarrestar las lágrimas que ha hecho derramar a una jovial e inocente alma.
Y ahora, si me lo permite, iré a consolar con magistral eficacia esa flor que vuestra merced se encargó de deshojar oportunamente.
Mientras, sírvase morir lentamente vuestra merced con el veneno en polvo que esparcí sobre esta hoja y que seguramente vuestra merced ya inhaló con sus horrendas fosas. Pues a la fosa, por ingrata y ofendida que sea, no merece albergar semejante porquería ni inmundicia. Así que le recomiendo dejar dinero suficiente para que lo conviertan en cenizas.
Disfrute el resto de sus últimas horas.
viernes, 14 de febrero de 2014
Desamor.
En este mundo se me vienen a tiros, a cruces, a desprecios. Aquí se van las pretendidas, huidizas, prejuiciosas, dudosas.
Yo no las mataría. Las amaba. Ya no las amo así en plural. Las amaba, hasta que su constante rechazo me hizo odiarlas a todas y amar a cada una por separado. Y luego, odiar a cada una por un nuevo rechazo. Y después odiarla a ella en particular. Ella en todas nuevamente.
Si un demonio no es capaz de amar. Me pusieron los cuernos y seguí amando. Así, demonio de cuernos rojos cuya única búsqueda era no odiar desde el principio, sino con causa.
Ahora sólo tengo ganas de encerrar tu alma para siempre en un frasco negro, oscuro, como la maldad que juraste que yo tenía por ser demonio y que en realidad ha sido tuya por siempre.
No, yo no las mataría. Pero sí las encerraré a todas y cada una en la eternidad oscura, sin pan, sin agua ni remedios, hasta que sus lágrimas puras convenzan a otro demonio entre millones.
Que las maten sus propios infiernos de maldad contenidos en ellas, que a mí sólo me pusieron cuernos y no un garfio de venganza.
Yo no las mataría. Las amaba. Ya no las amo así en plural. Las amaba, hasta que su constante rechazo me hizo odiarlas a todas y amar a cada una por separado. Y luego, odiar a cada una por un nuevo rechazo. Y después odiarla a ella en particular. Ella en todas nuevamente.
Si un demonio no es capaz de amar. Me pusieron los cuernos y seguí amando. Así, demonio de cuernos rojos cuya única búsqueda era no odiar desde el principio, sino con causa.
Ahora sólo tengo ganas de encerrar tu alma para siempre en un frasco negro, oscuro, como la maldad que juraste que yo tenía por ser demonio y que en realidad ha sido tuya por siempre.
No, yo no las mataría. Pero sí las encerraré a todas y cada una en la eternidad oscura, sin pan, sin agua ni remedios, hasta que sus lágrimas puras convenzan a otro demonio entre millones.
Que las maten sus propios infiernos de maldad contenidos en ellas, que a mí sólo me pusieron cuernos y no un garfio de venganza.
miércoles, 12 de febrero de 2014
Niños del universo.
Los niños: "mostros" de muchos colores. Nos comemos la luna y la masticamos para soplarla luego en nuestros cereales. Todo es tan fácil como quitarle las rayas a un tigre y hacernos una cuerda para brincar. O más sencillo que echarse de cabeza en un lago para salir por la superficie del otro lado y luego cruzar 34 espejos.
Somos dioses. Tenemos muchos reinos y castillos. Poseemos riquezas incontables y las repartimos cuando nos place. En el espejo, atrás de nosotros, están esos demonios juguetones, los ángeles que los cuidan y los ogros que reparten la comida durante las fiestas.
¿Quién dijo que los días duran 24 horas? ¿A quién se le ha ocurrido desatar a mi alebrije?
Once mil leguas de habitaciones llenas de juguetes no bastan. Hoy iré por un libro de ideas para encender otras. ¿Ya es tan tarde? ¿A quién le importa? Mañana voy a atar al sol con la cuerda que le quité al tigre para darle buenos catorrazos a ese orgulloso de Saturno.
Ah, la imaginación no es un estado ni un país, es un agujero negro que se traga los sueños de los dormidos: incautos. Del otro lado se vomitan las ideas, nuevecitas, como plastilina.
¡Tanta comida para probar y dale que dale con la sopa! Sólido, líquido, gaseoso, plasmoso, gelatinoso y cósmico.
Ayer le dije a mi madre que no sólo la quería. No sólo la amaba. La nebulosificaba. Se le nota a metros ese color blanco y azul chispante, esos bichos que la rondan, esos torbellinos que le hacen cosquillas en los dientes que luego me enseña cuando me mira.
Hay que conseguir más aliados. Nuevecitos. Frescos. Que jueguen con la tierra, que duerman en el pasto, que se rían de la abeja, que busquen a su perro nariz con nariz, que escupan el agua, que comanden a las figuritas, que usen sus planetas como pelota, que miren a través del fuego, que incendien sus almas con la infinitud, que platiquen con Urano y Xyrus, que digan la verdad con colores, que hagan música, que respiren auroras boreales, que construyan ciudades de cristal, que fabriquen golosinas terribles, que vean todo con el núcleo latente, que se tomen de las manos para volar, que monten dragones, que mastiquen lunas y luego las escupan en sus cereales.
Ahora sólo nos falta que nos sobre antídoto suficiente para no desaparecer con el tiempo. Y luego engañar a todos esos gigantes de por allí que no entienden nada de este mundo. Conquistarlos a todos. A todos.
Somos dioses. Tenemos muchos reinos y castillos. Poseemos riquezas incontables y las repartimos cuando nos place. En el espejo, atrás de nosotros, están esos demonios juguetones, los ángeles que los cuidan y los ogros que reparten la comida durante las fiestas.
¿Quién dijo que los días duran 24 horas? ¿A quién se le ha ocurrido desatar a mi alebrije?
Once mil leguas de habitaciones llenas de juguetes no bastan. Hoy iré por un libro de ideas para encender otras. ¿Ya es tan tarde? ¿A quién le importa? Mañana voy a atar al sol con la cuerda que le quité al tigre para darle buenos catorrazos a ese orgulloso de Saturno.
Ah, la imaginación no es un estado ni un país, es un agujero negro que se traga los sueños de los dormidos: incautos. Del otro lado se vomitan las ideas, nuevecitas, como plastilina.
¡Tanta comida para probar y dale que dale con la sopa! Sólido, líquido, gaseoso, plasmoso, gelatinoso y cósmico.
Ayer le dije a mi madre que no sólo la quería. No sólo la amaba. La nebulosificaba. Se le nota a metros ese color blanco y azul chispante, esos bichos que la rondan, esos torbellinos que le hacen cosquillas en los dientes que luego me enseña cuando me mira.
Hay que conseguir más aliados. Nuevecitos. Frescos. Que jueguen con la tierra, que duerman en el pasto, que se rían de la abeja, que busquen a su perro nariz con nariz, que escupan el agua, que comanden a las figuritas, que usen sus planetas como pelota, que miren a través del fuego, que incendien sus almas con la infinitud, que platiquen con Urano y Xyrus, que digan la verdad con colores, que hagan música, que respiren auroras boreales, que construyan ciudades de cristal, que fabriquen golosinas terribles, que vean todo con el núcleo latente, que se tomen de las manos para volar, que monten dragones, que mastiquen lunas y luego las escupan en sus cereales.
Ahora sólo nos falta que nos sobre antídoto suficiente para no desaparecer con el tiempo. Y luego engañar a todos esos gigantes de por allí que no entienden nada de este mundo. Conquistarlos a todos. A todos.
domingo, 9 de febrero de 2014
Nueva vida.
Si quieres renacer no basta con morir y aparecer súbitamente con cara fresca. Así, fingiendo que tu alma está lavada. Sin más, tal cual describe ese cliché de dar vuelta a la hoja.
Reciclarás los fragmentos de tu destrucción, harás hoguera de tus hojas y respirarás el humo para descontaminarte. No hay modo de abandonar para siempre esas figuras quemadas que viste en el espejo, sino que ahora se comprimen para crear una mejor y más grandiosa obra.
En la destrucción de tu "YO" inerte también hay creación. Todos tus muertos te cohabitan y vivirán en sus sarcófagos, latentes, hasta que una emoción los haga estallar en un pergamino con tinta negra o un hilo de sangre atrás de la cabeza, a modo de marco en la pared.
Reciclarás los fragmentos de tu destrucción, harás hoguera de tus hojas y respirarás el humo para descontaminarte. No hay modo de abandonar para siempre esas figuras quemadas que viste en el espejo, sino que ahora se comprimen para crear una mejor y más grandiosa obra.
En la destrucción de tu "YO" inerte también hay creación. Todos tus muertos te cohabitan y vivirán en sus sarcófagos, latentes, hasta que una emoción los haga estallar en un pergamino con tinta negra o un hilo de sangre atrás de la cabeza, a modo de marco en la pared.
miércoles, 29 de enero de 2014
Provocar con el lenguaje.
Hace algún tiempo escuché sabio consejo de un maestro: crear e hilar tejidos de lenguaje para provocar. Esa sería la finalidad de un escritor: conocer todas las herramientas para luego romper las reglas y ser regañado, mirado con juicio, criticado, hasta abofeteado por haber mencionado oraciones que ni siquiera sabíamos que existían.
Véase la maravilla de 27 símbolos bien elegidos para construir un número infinito de habitaciones metidas en libros, de personajes de papel, de declamaciones puestas en cursiva, de monstruos, de mundos, lágrimas, guiones, leyendas y virtudes.
Nos daría gusto visitar una biblioteca que fuese aumentando su tamaño progresivamente según se necesitase. A razón de saber que dicho recinto no ocuparía nada más una vasta región, sino un planeta completo donde residiría todo el conocimiento y creatividad hasta ahora conocidos desde aquellos que llamaron fenicios.
Y si una idea provocó demasiado, al quemarla nacería otro libro a modo de protesta, como si las letras parieran letras y los libros, pergaminos. Pero si abstraemos el significado de todas estas cosas y mostramos sólo las manchas de tinta, cuando el último hombre sobre la tierra olvide el lenguaje, aquí no habrá nada escrito. Sólo manchas negras como los puntos de la piedra en el granito. Tal vez se hagan casas con libros jamás leídos.
Véase la maravilla de 27 símbolos bien elegidos para construir un número infinito de habitaciones metidas en libros, de personajes de papel, de declamaciones puestas en cursiva, de monstruos, de mundos, lágrimas, guiones, leyendas y virtudes.
Nos daría gusto visitar una biblioteca que fuese aumentando su tamaño progresivamente según se necesitase. A razón de saber que dicho recinto no ocuparía nada más una vasta región, sino un planeta completo donde residiría todo el conocimiento y creatividad hasta ahora conocidos desde aquellos que llamaron fenicios.
Y si una idea provocó demasiado, al quemarla nacería otro libro a modo de protesta, como si las letras parieran letras y los libros, pergaminos. Pero si abstraemos el significado de todas estas cosas y mostramos sólo las manchas de tinta, cuando el último hombre sobre la tierra olvide el lenguaje, aquí no habrá nada escrito. Sólo manchas negras como los puntos de la piedra en el granito. Tal vez se hagan casas con libros jamás leídos.
jueves, 2 de enero de 2014
Decretos.
La pluma, entre las letras, tiene que escribir verdades de magnitudes inquebrantables, indiscutibles, aunque las oraciones sean mentiras encontradas por ahí en los rumbos cotidianos de un viajero.
Adórnese pues el pergamino con ilustres consejos inexistentes, donde antes hubo un hombre cosechando. Alárguese la historia humilde de una campesina con cántaros de agua, elevada a verdadera oda sobre la prístina transparencia de la sed colmada.
Ennoblézcanse las artes escritas, pues una mentira hecha verdad consolará muchas almas. Mientras que una verdad simple, por simple, provocará inquietudes para que se transforme en mentira.
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