Tren Literario

Tren Literario
No hay peor libro que el no se escribe, al negarle la oportunidad de existir. -Kuvenn

domingo, 20 de noviembre de 2016

Posibilidades.

Ellos estaban sobre una avenida, en la orilla. Los cascos sobre la motocicleta. Las manos agitadas. Flotaba en el aire una batalla de palabras. Él de pie, a su lado. Ella sobre la moto, con la intención de irse. En los ojos se veía dolor.

— Ya no puedo confiar en ti —dijo ella en tono bajo.
— ¿En qué porcentaje me crees?
— En un 50.
— Soy mitad verdadero y mitad falso, entonces.
— Dame bases para creerte.
— Estoy aquí de pie, a tu lado. No me he marchado.
— No es suficiente.
— Abandona el pasado. Suéltalo.
— ¿Crees que es tan fácil?
— Debería serlo.
— ¿Para qué me quieres? ¿Qué es lo que quieres de mí?
— Que me creas. Al creerme estarás en el presente. En este amor que nos mantiene.
— Ya no quiero que me duela.
— Yo ya no quiero que te duela tampoco.
— No puedo evitarlo. Deberías ser honesto.
— ¿Debo inventarme una mentira que será verdadera para ti, sólo para que coincida con la verdad subjetiva que es tu contexto? ¡Paradoja!
— Al menos estarías siendo honesto.
— ¡Necia!
— ¿Estoy loca? Sí. Soy una loca. No entiendo por qué estás conmigo.
— Estoy contigo por que te amo y no te he mentido.
— Te tardaste mucho, no te haces dos horas de tu casa a la mía.
— Ya te expliqué, tomé una avenida congestionada y la moto se quedó sin gasolina. Tuve que empujarla...
— ¿Y no pudiste llamarme?
— Venía empujando...
— Para ti es muy fácil no sentir nada. ¿Por qué no me entiendes? ¿En verdad no me entiendes?
— No. Quiero entenderte.

Hubo un silencio. Ella miró su reloj y se marchó. Él se fue caminando con un hueco en sus sentimientos. Ella manejaba llorando.

Él extrajo un extraño amuleto que tenía anillos giratorios. Se lo puso alrededor del cuello y sosteniéndolo con ambas manos, comenzó a darle vueltas mientras decía lo siguiente: "maldición, esto no debía salir así". Todo se oscureció alrededor de él y pronto volvió a la escena, cuando dejó de girar los anillos. Se quitó el amuleto y estaba al inicio de la conversación.

— Ya no puedo confiar en ti —dijo ella en tono bajo.
— ¿En qué porcentaje me...? Necesito que confíes en mí.
— Ya no puedo. Lo intento, pero debes darme bases.
— Estoy aquí de pie, a tu lado. No me iré.
— No es suficiente.
— Yo propongo, corazón, que abandones el pasado. Sé que te dolió, pero ya no te aferres a él, es doloroso.
— ¿Crees que es tan fácil?
— Sé que no lo es. Déjame sanarte.
— ¿Pero cómo? Parece que sólo existe el dolor.
— Necesito que creas en este amor que nos mantiene.
— Ya no quiero que me duela.
— Prometo que ya no te dolerá. Estará en mis manos hacer todo lo posible para que esto no suceda de nuevo.
— No sé. Siento un hueco. Siento que te perdí. Algo se murió en mí.
— Recupéralo. Debe haber algún modo.
— No sé cómo...
— Cariño, podemos intentar...
— Creo que ya no puedo hablar más, se me hace tarde.
— Si estoy contigo es porque te amo, no lo olvides.
— Si me amas, ¿por qué me lastimas?
— No. No es mi intención.

En otro silencio, ella miró su reloj. Encendió la motocicleta y se fue. De inmediato extrajo el amuleto y lo volvió a colocar alrededor de su cuello. Más vueltas. Oscuridad. De regreso a la escena.

— Ya no puedo confiar en ti —dijo ella en tono bajo.

Sin responder nada, él la sujetó fuertemente entre sus brazos y la besó con algo de ahínco porque ella se resistió.

— ¿Crees que con un beso así se arregla todo?

Ella volvió a encender la moto y él intentó detenerla, pero ya era tarde. De nuevo usó el cronoregresador.

— Ya no puedo confiar en ti —dijo ella en tono bajo.

Esta vez la sujetó con delicadeza para intentar besarla, pero ella aún se resistió.

Una y otra vez dio vueltas al dispositivo, obteniendo resultados distintos, pero iguales en el final: ella se marchaba.

Al final, el aparato del tiempo tenía que devolver todos los retrocesos y adelantó la suma de todos los tiempos retrocedidos, con la condición de que en el mundo de afuera, el tiempo transcurría sin él, porque él estaba atrapado en la oscuridad de los viajes. Ocurrió de repente, sin que él pudiera controlarlo.

Resultó que la suma de todos esos tiempos e insistencias llegó a sumar la tremenda cantidad de 64 horas, sin que él pudiera evitarlo, aparentando que él no se interesaba en ella, porque los días pasaban sin que él la buscara. Decepcionado, guardó el dispositivo en un cajón, no sin antes pensar en que bien podía darle vueltas hasta llegar al día en el que la conoció, un año atrás.

Tras horas de reflexión, decidió arriesgarse. Respiró hondo y miró los calendarios mientras volvía hasta el momento exacto en el que la vio por vez primera. Era un espacio amplio y él le enseñaría a manejar una motocicleta. Él era su instructor. Tan pronto la vio, corrió a abrazarla pero ella reaccionó defensivamente.

— ¿Qué te pasa, acosador? Vine a mi clase de moto, no a ligar —dijo ella en un tono juguetón.
— Lo siento...

Ambos se quedaron mirándose mientras él recordaba todos los momentos románticos a su lado.

— Aquí es el curso, ¿verdad? —preguntó ella, ansiosa.

Él tragó saliva. Asintió y conteniendo las lágrimas dijo:

— Ya no tarda en llegar el instructor. Yo sólo traje la moto. Te deseo mucha suerte.
— Ella sonrió emocionada y se sentó a esperar.

Él se alejó lo suficiente como para irse, aceptando que le evitaría muchas horas de dolor a ella. Después de algunos minutos, el dispositivo de tiempo lo devolvió a él hacia adelante, con un año de ausencia en su vida.

Terminado el proceso, aún con el collar del amuleto puesto, estrujó el dispositivo y lo presionó con unas pinzas hasta destruirlo. Él alcanzó a verla a ella en la distancia, montando una motocicleta preciosa, con gracia y estilo, más contenta que nunca. Él sonrió por vez última.

Entonces, el dispositivo, mal ejecutándose, succionó todos los años del portador, hasta envejecerlo y matarlo, yendo hacia adelante en un infinito proceso imparable.

jueves, 17 de noviembre de 2016

Ingrato lector.

Ha usted de saber, ingrato lector, que...

— ¿Cómo me has llamado?

Ingrato lector.

— Pero estoy leyendo. ¿Cómo te atreves?

Porque has dejado de leer.

— Pero si estoy leyendo, carajo.

Bueno, ahorita sí. Pero luego lees y metes una cosa entre las páginas y dejas de leer. Por lo tanto debería decirte ingrato lector de episodios.

— Yo tengo derechos de lector. Y puedo dejar de leer cuando yo quiera.

Eso no te quita lo ingrato.

— ¿Qué tal si dejo de leer ahora mismo?

Pues ya no verías nada de lo que sigue.

— Ahí va a estar para cuando yo vuelva.

¿Estás seguro?

— Sí. Nos vemos luego.

(Aquí se fue un ingrato lector y no hay manera de negarlo).

martes, 15 de noviembre de 2016

Repertorio.

Le llamó por teléfono y ella le colgó. Esto fue motivo suficiente para que él cometiera suicidio. Él decidió encerrarse en una cisterna hasta morir de inanición, no sin antes sufrir alucinaciones severas.

Cuando ella se enteró de que él había muerto, también decidió cometer suicidio. Se encerró en el ático hasta morir de inanición, no sin antes sufrir alucinaciones impactantes.

Ambos muertos.

Ella le soltó la mano, enojada. Esto fue suficiente para que él cometiera suicidio. Se arrojó desde el edificio más alto que pudo encontrar. Ella lo vio caer y decidió suicidarse colocándose justo abajo de él para morir por impacto.

Ambos muertos.

Ella lo abofeteó porque olvidó su cumpleaños. Motivo suficiente para suicidarse. Él se fue a las vías del tren a ser arrollado. Al enterarse de esto, ella fue a las avenidas de alta velocidad para morirse también.

Una vez más, decidí sacar otros dos personajes de utilería de minificción, al fin que son infinitos y hay amplio repertorio. Este efecto de bucle se consigue al no ponerles nombre a ninguno de los personajes, con tal de no encariñarnos con ellos y poder matarlos a gusto.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

El muerto.

El muerto nos da miedo porque no podemos soportar que después de inanimado, se ponga a vivir como si nada, desafiando las leyes naturales. Más bien, habría que ver qué tanto nos molestó el muerto cuando estaba vivo, porque si nos regala algo, tal vez podríamos aceptarlo. Podemos aceptarlo si y sólo si es un muerto con aspecto de vivo.

Además, el muerto no quiere pasársela como vivo. Ni tampoco quiere hacerse el vivo molestándonos. Nos da miedo porque creemos que va a quitarnos la vida para que estemos igual que él. Tal vez él quiera que le quitemos la muerte para que regrese a la vida.

El muerto no necesariamente se nos sube a mitad de la noche. Algunos dicen que de tanto frío busca algo de calor, porque estar bajo tierra suena terrible. Nada más que olvidamos que el muerto no está en su cuerpo, sino en una entidad espiritual que no debe espantarnos. Y si no da mucho miedo, podemos hacernos los muertos.

martes, 25 de octubre de 2016

La rima es lo que importa.

La poesía no debe entenderse del todo. Sólo se siente. La rima es lo que importa.

Mirad, aventurero, cómo la luna yace
tendida en el firmamento
cómo rodeada de estrellas le place
que alguien le cante un juramento.

Así, como cuando el sol nace
y le da al día alumbramiento,
así el horno que furnace
de tanto calor y fuegoliento.

Ora una luna, ora es una fruta que mace
color, textura y magmapiento
que cuando la mires como gace
no tendrás ni sulfuro ni arrepiento.

Si temes que te caiga encima, bluscobase
no tengas miedo, fortechento
que está anclada, como una frase
a poema de rima y espiropento.

lunes, 17 de octubre de 2016

Personajes expresándose.

En este cuento no habrá narrador. Sólo personajes que tienen que expresar sus dudas hacia el exterior.

(Haga favor de eliminar de su memoria lo leído en el párrafo anterior, así como estas mismas líneas).

Gato parlante: es que yo soy muy pata de perro, aunque sea gato. Quiero irme de aquí, de estos cuentos que ya terminaron. Me dan ganas de infiltrarme en otras historias.

Perro parlante: Pues yo no soy pata de gato. A mí me gusta dormir en las páginas tibias cuando las chicas llevan el libro bajo su brazo.

Pollo parlante: A mí sólo me gusta comerme los puntos finales de los cuentos

martes, 11 de octubre de 2016

Experimento literario # 3.

Un poema de seguimiento por palabras. Con un sola palabra el lector debe imaginarse lo que sigue, tal como sucede en el siguiente:

Huevo.
Nuevo.
Crece.
Amor.
Rompimiento.
Decepción.
Correr.
Desfiladero.
Caer.
Muerte.

Aquí vemos claramente como es que del huevo ha nacido un pollo, que llegando a la pubertad se ha enamorado y ha tenido una decepción amorosa, lo que lo ha llevado al suicidio.

Por otra parte, podrá rebatirse que el protagonista no era un pollo, sino una serpiente.

viernes, 7 de octubre de 2016

Sé como la piedra.

Don Jacinto es asiduo lector de libros de autoayuda. Le sirven, lo consuelan y lo hacen sentir mejor. Sólo que necesita ayuda para entender cómo es que uno se convierte en piedra. ¿Cómo?

Hace dos días, el buen don Jacinto estaba leyendo algunas sabidurías de algún libro sobre la fortaleza de las piedras. Allí se decía que ante los problemas, uno debe ser como la piedra: inerte, sin quejarse, fuerte para resistir hasta que ya no importe. Luego se decía que hay que ser como el agua: ágil, dinámica. Don Jacinto debe ser como la piedra y no quejarse nunca, o ser como el agua y rodear sus problemas.

El verdadero problema de don Jacinto es que él está constituido por células que componen un organismo que siente, consiente y consciente. Por lo tanto, tiene pensamientos y sentimientos. No puede "estar" hecho de piedra. Entonces tomó su libro y lo incendió en la hoguera de su chimenea, por mentiroso, porque era un libro de consejos para piedras.

Ante esto, una piedra que se asomaba por la ventana de la casa de don Jacinto, corrió y se echó a llorar a orillas de un río. Triste y solitaria, hizo lo único que podía: leer su libro donde se le decía que hay que ser como los humanos. Hay que desahogarse para sentirse mejor, que hay que dormir y tener amigos...

Queridas piedras, les puedo contar más sobre ello en mi libro: "Consejos para piedras. Una bella forma de vivir inerte sin morir en el intento".

P.D.: Absténganse humanos.

miércoles, 5 de octubre de 2016

Vendedor de poesía.

Una vez topóme
con un vendedor de poesía.
Le pregunté con cara larga
¿para qué dijo que servía?

Como él unas poseía,
me mostró unas cuantas
en hojas largas y blandas
vi cómo las cosía.

Mirando gustoso
me regaló una buena
con adornos y faena
y escuché amistoso:

"La poesía amigo errante
sirve para dos cosas.
O bien para enamorarte
o para causas desastrosas".

lunes, 3 de octubre de 2016

Paralgo.

"Nada que un buen pararocas no pueda solucionar", comentaba el ingenioso inventor de muchos artilugios para evitar ser golpeado por numerosos objetos que provenían del cielo.

Todo comenzó en algún año que no quiero mencionar porque es irrelevante para esta historia. Tampoco nos importa el día, ni la hora, así que omitiremos esos superfluos detalles. El lugar sí es importante. Ocurrió en un bosque, cuando a una ardilla se le ocurrió dejar caer una bellota sobre la cabeza de Boon. Ah, por si pregunta quién es, es justamente el inventor.

Allí Boon tuvo una idea. Inventar un parabellotas. Porque las para. Las detiene. Las hace rebotar. Tomó un casco común y le puso unos elásticos arriba, porque también detestó el sonido producido del impacto de la bellota sobre el revestimiento del casco. Pronto se dio cuenta de que había que inventar muchos artilugios que detuvieran objetos. Según el peso, textura y tamaño de ellos. Así nacieron los paracanicas, paracáscaras, parapájaros y paracacas.

Todo mundo sabe que un paraguas no es capaz de detener todo eso. Además, las cosas se inventan para algo en específico. No se puede usar un paraguas para detener cacas de pájaros. Sí es posible, pero no fue creado para ese fin. Así que, si está planeando ir a un bosque lleno de aves que recién comieron, debería pensar seriamente en llevarse un paracacas.

Boon está trabajando actualmente en un paralgo. Ese objeto podría usarse para muchas cosas y para detener muchos objetos, pero aún quedan muchos años de trabajo y de investigación al respecto.

domingo, 2 de octubre de 2016

La lengua como manjar.

Cuando la lengua se vuelve mentirosa no sólo se puede comer en tacos. También se puede meter entre dos panes y ponerle jamón y queso. Lo malo de comerse una lengua de mentiras es que el estómago lo sabrá y tendrá algunas náuseas posteriormente. Todos sabemos que las mentiras provocan mareos.

No obstante, una lengua bien preparada puede dar mucho placer. Se puede conseguir una buena lengua, de esas que hablan varios idiomas, de esas que son cultas, y ponerla a cocer con algunas especias literarias. Si usted nota que por la punta de la lengua salen algunos signos de puntuación, también puede coserla. Lenguas de verdad hay pocas, y la verdad es que esas lenguas saben mucho mejor con guarniciones.

Una vez que esté lista la lengua, podrá disfrutarla también con la suya y cuando haga digestión notará cómo poco a poco se le enriquece el vocabulario. Podrá desenrollarla mejor y hacer como un camaleón que habla varios idiomas.

Eso de que aparecen pelos ajenos en alguna lengua es totalmente falos falso. Lo que pasa es que algunas lenguas tienden a desarrollar cabello y la causa puede ser variada: primero porque se ha metido en lugares donde no debía, segundo porque hemos acicalado a nuestros gatos y tercero por genética.

Si usted nota que la lengua es muy pesada puede aderezarla con algunos refranes. Si es demasiado ligera puede echar en la cacerola un tomo de enciclopedia para sazonarla.

Eso sí, cuide usted de comer muchas lenguas pero nunca se deje comer la suya, porque entre más coma más se enriquecerá. No la pierda por algún descuido.

jueves, 29 de septiembre de 2016

Experimento literario # 2.

La poesía tiene ciertas reglas y ritmo, tiene rimas y a veces muy poca cantidad de razón, porque la poesía es intuitiva y sentimental. Tiene juegos de palabras, como esos que los niños hacen mientras están aprendiendo a hablar.

¿Se vale descomponer el lenguaje? Sí, pero una vez que ya se conoce a fondo. ¿Por qué hay que descomponerlo? Porque es divertido y nos obliga a repasar las reglas conocidas y saltearlas en ese temperamento de libertad lingüística. Cuando el lenguaje se conoce se pueden combinar palabras entre varios idiomas o crear alusiones que volcarán con nuevo significado. Esto tiene más valor en la poesía, donde lo que buscan los que la tratan es sensibilizarse.

Propongo para el caso de este experimento, la puesta de las letras "e" al final, cerrando las oraciones. Quizá nos dé un parecido con algunos sonidos del francés. Lo importante es que sean vocales las que se van a intercambiar.

Al final del ocase
salen las llamarades
del rojo gigantén
que habita en el Parnase
donde escriben los poetes
y vuelan las avos.

No es necesario poner el poema original.

martes, 27 de septiembre de 2016

Pseudolenguaje.

De todas esas veces que nos corrige el aparato que tenemos en las manos...

Nos ha creado un bello lenguaje, que es la evolución de los aparatos de telefonía con el objetivo de conquistar dedos y ojos. Para muchos ha sido una descomposición, porque a mí al principio también me ha hecho enojar. Sólo que es mejor dejarse llevar alguna vez por el pseudolenguaje y despúes utilizar una llamada para corregir o arreglar todo.

Nos cambia las palabras: casa por cosa, carro por cargo, origen por oiga; sólo por mencionar algunas. Y cuando no las cambia, las tergiversa en un macabro pero gustoso idioma que más o menos se entiende y que así lo reciben las personas. No se puede ser perfecto con teclados digitales pequeños y dedos grandes. También podríamos escribir con el meñique.

Así, en un normal gerundio durmiendo, de repente nos sale con un dormibdi. Allí comienza el juego. O borramos toda la oración para corregir o lo lanzamos con el riesgo de que no nos entiendan. O bien, que nos entiendan y les valga cacahuate.

Véase el cambio de un te amo por tivami. Las letras -i- por estar tan pegadas a la -o- sufren consecuencias. Igual pasa en corriendo por cottiebdi.

Suena a un lenguaje perdido.

tivami dormibdi y cottiebdi.

Traducción: te amo durmiendo y corriendo.

Estas son sólo algunas. Hay más. Pululan por toda la red digital. Se podría crear una bella composición magnífica con todo eso.

lunes, 26 de septiembre de 2016

Lista.

¿Qué se siente caerse por el vacío? No pienses en el momento en el que te estampas contra el suelo. No pienses en ese momento. Debes sentir el vórtex en el estómago mientras vas hacia abajo, rumbo a la liberación. Debes sentir ese miedo que dura toda la caída, porque cuando te estampas ya no sentirás nada. Debe ser horrible. Más si vas a caer desde muy alto. ¿De una azotea, tal vez? No creas que el pasto es más suave desde esas alturas, aunque allí debes apuntar. A lo verde que hará muy buen juego con el rojo.

Se nota que no puedes más. Estás por soltarte. No hay nada que puedas hacer para remediarlo. Finalmente te rindes hacia el umbral que está más abajo, María.

Caíste María. No dolió mucho, ¿verdad? Estás lista para recorrer la boca de algún niño hambriento, linda y jugosa manzana.

(Jamás entendí el extraño hábito de ponerle nombre a todas las manzanas de nuestro árbol de azotea).

jueves, 22 de septiembre de 2016

Inmortales.

Aquel hombre con sueños y aspiraciones pronto comenzó a quedarse solo. Le creció la barba y veía en boca de otros que salían palabras que deletreaban la vejez. Poco a poco se estaba quedando caduco, hasta que se le venció la fecha y se desplomó sobre el piso de su casa. Tenía escrito en la espalda una fecha y hora que vencían al día siguiente. Estaba listo para la basura, para la muerte, echado a perder. Mientras, sus sueños le rondaban el rostro como fantasmas que se volvían más transparentes cada vez.

Sin embargo, llegó una "ella" y le borró la fecha, se la extendió por 50 años más. Con la palma de su mano recorrió la espalda y la cabeza, hasta que el lienzo de cuerpo quedó limpio para escribir algo nuevo.

Ahora que tiene 130 años y que se aproxima su fecha de caducidad, ella ya está lista para volver a extendérsela, con nuevos sueños, creaciones y paradigmas. Y ambos son inmortales, mientras se sigan aumentando los años mutuamente.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Aquel viejo.

Es huraño, el de las cavernas, aquel desterrado por sí mismo, el extraño viejo. A veces sale, a veces pinta, otras sólo silba mientras camina por el sendero, bien arriba el entrecejo. Cuando pinta mira lejos, hacia el horizonte, mientras planea su bosquejo. En aquella soledad del monte, a punto de anochecer, todavía se alcanza a ver el último conejo. En la noche prende fuego, un poco extraño, no habla nunca ni da consejo.

martes, 20 de septiembre de 2016

Letras revueltas.

Jugar con las palabras es como pintar surrealismos. Hay un retrato de todas las letras en una manifestación masiva, enmarcando que, cuando las letras enloquecen, les da por volverse pintura. Y sin embargo, tiene sentido.

lunes, 12 de septiembre de 2016

Poema de cambio SV (1)

Cuando vienta la cruzación
por la enloquencia, proa y marea
se ciela el caimiento, se rumba el agotamiento
Abruma la aparición y desconcierta.

Entonces sólo hay quedamiento
y buscación de uno mismo.
Salir la hallación y ensoñarse, propiamente.

Cuando cruza el viento
por la proa y el mar enloquece
se cae el cielo, se agota el rumbo
aparece la bruma y el desconcierto.

Entonces sólo queda
buscarse uno mismo.
Hallar la salida en el propio sueño.

miércoles, 31 de agosto de 2016

Experimento literario # 1

No todos los sustantivos tienen un verbo, como tampoco todos los verbos tienen un sustantivo en el corazón. Veamos por ejemplo el sustantivo carrera.

Su verbo: carrerear.

Ahora veamos el verbo correr: su sustantivo sería correción o corrimiento (no obstante esta palabra significa otra cosa, por lo que se prefiere carrera).

De esta suerte de adaptaciones, tenemos un poema donde algunos sustantivos se verbalizaron y algunos verbos se sustantivizaron. Primero el original:

Navegad en la barca
hasta que no existan más estrellas.
Cruzad el lago oscuro
hasta que se nuble el firmamento.

Ahora el experimento:

En la navegación, barcad
hasta que no se estrellen las existencias.
Lagad el cruzamiento oscuro
hasta que se firmamente la nublación.

Llamaremos a este experimento "poesía de cambio S-V".

viernes, 26 de agosto de 2016

Más allá de la historia del héroe.

Una historia es buena porque tiene un final que agradecemos. No necesariamente tiene un principio, porque puede comenzar a la mitad o por un aparente final que no lo era. Nos cuentan cómo el héroe resolvía la historia y conseguía quizá a una chica con la se quedaba para siempre.

Entonces, primero sale el héroe en medio de una escena de acción y después nos comienza a relatar su pasado para que podamos comprender cómo es que se volvió héroe. Luego consigue la chica y la pierde por alguna estupidez. Después la volverá a recuperar con un acto heroico. Allí está el final que agradecemos.

Sólo me gustaría ir más allá de la historia y ver cómo es la vida cotidiana. Supongo que la chica se vuelve a ir y después se le recupera de nuevo. A esa intermitencia de relación le vienen bien varios finales. Nosotros decidimos hasta dónde. Siempre estamos de curiosos y queremos ver cómo es la vida diaria del héroe y la chica. Queremos ver ese punto donde el héroe se parece a nosotros, que tomamos café y leemos el periódico o vemos alguna teleserie. O que por la noche besamos y amamos a la chica. Tal vez como el oficinista que se volvía súper hombre.

Entonces, ¿en un mundo de héroes hacer heroísmos se vuelve cotidiano? Siempre estamos buscando un final que agradezcamos, porque no nos apetece pensar que la chica no volverá o que los poderes se desvanecieron para siempre.

domingo, 24 de julio de 2016

Cambiar el paradigma.

Qué grave error del habitante de un lugar creer que todo el mundo es como su mundo habitual. Aquí lo más peligroso es que el sujeto en cuestión no desea salirse del camino de siempre y comienza a arrojar por la borda unas quejas en forma de manchas que se van pegando sobre la acera. Estas manchas se pegan en las suelas de todos y pronto se acarrean como un virus que mantiene a todos en un mundo cerrado.

Esto no ocurrió con el capitán Chuck. Lo que él arrojaba por la borda eran calamares y pulpos que constantemente eran arrojados por las olas sobre cubierta. De vez en vez aparecía un pingüino perdido, mismo que salía disparado cuando el capitán Chuck lo metía en un inofensivo cañón de su barco.

Pero volvamos al pulpo, que era lo realmente importante en esta historia. La primera vez que subió al barco lo hizo usando sus ventosas. Se ayudó con la tormenta y se deslizó hasta la cabina porque estaba realmente interesado en ver la bitácora del capitán Chuck. Haciendo uso de su inteligencia, trepó hasta el timón y lo hizo girar tan rápido que golpeó al capitán, dejándolo noqueado mientras el barco daba un giro constante. Una vez estable, el pulpo comenzó a revisar las bitácoras.

La conquista de los pulpos pronto tendría lugar. Ahora debía dirigirse el barco hasta el punto donde ocurriría el motín. Todos estaban dispuestos, flotando cerca...

Lo que nadie sabía es que en realidad el pingüino estaba detrás de todo esto.

Favor de continuar la historia como más le plazca.

viernes, 22 de julio de 2016

Deconstrucción.

Si to do fu er at an fá ci ld ee sc ri bi rq ue de ca nt ar.

Sito dofu erat anfá cildee scri birque decan tar.

jueves, 21 de julio de 2016

Ojos.

A los ojos hay que llenarlos con visiones nuevas.

Con esas montañas vírgenes o con bosques, con millas hacia el horizonte.

Con senderos hacia puertas desconocidas.

Con tejados donde se encuentran los gatos por la noche.

Con lunas de todo el mundo, aunque siempre sea la misma.

Con ríos y pastos, tierra y nubes que empequeñecen con la distancia.

Con calles poco recorridas y flores de ventanas.

Con laberintos de ciudades en los cerros.

Con historias de pueblos y costumbres que parece que estamos en la escuela de nuevo.

Con el reflejo de los mismos, a través de un río del otro lado del mundo.

martes, 19 de julio de 2016

Tren.

A la literatura le gusta ser jugada. Bueno, depende del tamaño del monstruo del que hablemos. Hay literatura para narrarse y literatura experimental: poesías y juegos lingüísticos. Pero le gusta ser jugada. Al pintor se le da un pincel y no sólo construye, también deforma, borra, cambia, mutila, pega y retuerce. Así las letras. Sólo hay una regla que dice que todo debe ser legible y un tanto inteligible.

Veamos este tren:

Aaaaa-Fffff-Ddddd-Hhhh-Zzzz.

Simpático, pero no nos dice nada.

Veamos uno mejor:

Audacias-Fonéticas-Dicotomías-Historias-Zambullidas.

Y ¿si el tren chocara?

Acisuds--Fonmce-cCEjfISH ek kfs....

Es normal que la literatura experimental también sea destruida. Lo bueno es que no había ningún lector adentro. O, ¿acaso le duele algo?

lunes, 18 de julio de 2016

Estatuas.

Ellos fueron representando todas las posturas de los amantes. Primero se tomaron de las manos. Luego se abrazaron. Después se quedaron congelados en un beso. Le dieron un nombre secreto al amor cuando sus cuerpos se unieron.

Y después se quedaron deseando tener otra extensión de la vida, poder moverse. La sucesión de estatuas deseaba otro final. Faltaba una escultura: la danza. Imposible. Una danza no es estática. Es sólo un fragmento del tejido grande.

Por ello fueron colocados en una rueda que giraba lentamente.

domingo, 17 de julio de 2016

Cocina.

Otra vez he atrapado a la muerte revisando el refrigerador. Es curiosa porque no entiende cómo es que nosotros lo hacemos tan seguido sólo para ver si ha aparecido comida nueva como por arte de magia. Lo malo de que ella lo haga es que todo se muere por dentro. Se lo lleva. El queso no sabe más a queso ni el jamón a jamón. Además corta el apetito de los que se le crucen cerca. La muerte cree que va a aparecer algo con vida en el interior.

Finalmente termino cortando el suministro de energía eléctrica y la muerte cree que también la luz ha muerto. Como no queda nada que llevarse, se le pasa y regresa a deambular por ahí.

A la mañana siguiente se lee en un periódico que el cocinero del restaurante de enfrente ha amanecido muerto por un paro cardíaco y todo por abrir el refrigerador y hallar la muerte adentro, matando la comida enlatada.

viernes, 15 de julio de 2016

Ser del mundo.

No se puede ser nacionalista de a pecho cuando ya se ha explorado el mundo. Darle la vuelta no sólo nos enseña a vaciar las copas de lo preconcebido, sino que nos convierte en seres de mundo. Entonces se es nacionalista con el fin de compartir, mas no de intimidar. Viktoria Lébedev Diermissen Kyeong Castellanos es un caso perfecto: hija de padre ruso y madre mexicana. Su abuelo paterno, que es alemán, se casó con una rusa. Su abuela materna, que es coreana, se casó con un mexicano. Ella revisó su árbol genealógico para adoptar todos los apellidos.

Viktoria partió de Rusia para visitar Alemania. De allí se fue a vivir unos años a Corea del Sur y luego fue hacia México. Y se enamoró de todos los países con algo: su arquitectura, su comida, su música, sus días festivos, sus costumbres. Luego comenzó a mezclar un poco las culturas en su propia casa. Tenía una repisa llena de recuerdos de sus viajes: algunas mamushkas de diversos tamaños, jarras de cerveza hechas a mano, pequeños Hanboks de muñecas coreanas y botellas de tequila.

Actualmente en Italia, Viktoria sigue aumentando su colección y ya ha conocido el mundo por todas partes. Sólo le queda irse al polo porque desea comprobar si el frío del que hablan es verdad o si es cierto eso de que se vive seis meses de día y seis de noche.

Es tan multicultural que lo único que falta por decidir es con quién se va a casar, pues en todos los hombres que ha visto encuentra muchas virtudes y defectos. Si tan sólo pudiera armar su propio esposo sería perfecto. Al final ha llegado a la conclusión de que no pertenece a ninguna parte y a todas a la vez.

No es casualidad que después de tantos años ahora esté casada con un Jupiteriano. En esta época en la que se hizo contacto con otra civilización humana en aquel planeta esto resulta muy fácil. Sólo le queda una duda: dentro de Júpiter, ¿acaso él será multicultural entre los distintos sectores?

jueves, 14 de julio de 2016

Encontrarte.

Para encontrarte, hombre del espejo, no voy a buscarte donde ya has estado. Allá en tu rutina de siempre con tus caminos de siempre. Allí en tu misma expresión poblada de cicatrices, con ríos marcados sobre las montañas mejillosas. Allí en tus ventanas donde sale humo gastado del motor de la ciudad donde normalmente habitas. Tampoco en tu huevo de sueños rotos e ideas olvidadas. Allí no has de estar.

Para hallarte voy a buscarte en un espejo del otro lado del mundo, donde seguramente estarás maravillándote, cumpliendo tus autoprofecías, donde los sueños te habitan a ti, donde los ríos han lavado tu rostro para que nuevos ríos te formen a lo largo de tu mirada serena. Entonces te conquistaré de tal modo que seas tú el que me conquiste a mí, dejándome invadir por tus sueños, consumirme en tus creaciones y elevándome sobre tu reflejo.

Cuando ese momento llegue, volverás a cambiar de espejo y deberé perseguirte hasta el final del mundo.

miércoles, 6 de julio de 2016

Otro rumor.

Hay otro rumor en la última página de un libro que asegura que todos los personajes que se escriban en libros nuevos, tarde o temprano van a crearse en la realidad. Los reconocerás por algunas frases de las páginas de los libros de donde han salido. Lo único malo es que por cada personaje que sale, un habitante del planeta entra a las páginas.

martes, 5 de julio de 2016

Noticias sobre poesía.

Según los expertos, el tren de la poesía llegará retrasado debido a falta de rimas. En el humo se pueden ver algunos versos desencadenados y en la cabina se puede admirar el fuego donde se cocinan los corazones de algunos poetas. Se recomienda esperar a que bajen los poemas antes de subir para tomar recorrido.

Prohibido abordar con prosas entre las manos, en los bolsillos o bajo las orejas.

lunes, 4 de julio de 2016

Rumor.

Hay un rumor que dice que si escuchas el verdadero nombre del representante de la muerte, morirás unos minutos para volver después a la vida. Además, tienes garantizado un viaje en motocicleta de fuego.

domingo, 3 de julio de 2016

Libro IA.

Antes era la piedra y el cincel. Luego los papiros. Llegó la tinta. Las hojas, la imprenta y las plumas aparecieron para poder dejar algo hasta el fin de los tiempos. Ahora los libros viven en la nube de información digital. Personalmente prefiero los libros de mano, porque tienen un apego como pocas cosas. Eso creí hasta que tuve entre mis manos un libro IA.

Normalmente, en un libro de papel, para consultar alguna página me basta memorizarla y recorrer con los dedos las hojas hasta dar con ella. Tengo la costumbre de poner pegatinas en los bordes para saber que allí está una de mis citas favoritas. Esa de la página 333 donde vive la señorita que se hace llamar Venus. En esa página siempre la pillo haciendo lo mismo: asomada por el balcón de su casa espacial mirando todos los demás planetas. Había sido bautizada así porque Venus era su favorito, aunque ella viva en Saturno. Entonces daba la media vuelta y me miraba extasiada con algo entre las manos.

Fue ella quien me entregó un libro IA. Imaginación Aterrizada. La primera vez que lo tomé entre mis manos no comprendí lo que era. Tengo el buen hábito de oler las páginas de mis libros de papel y ella me había entregado una barra de metal con una ventana que contenía luces de colores. Siguiendo las instrucciones de Venus, coloqué la pequeña barra sobre mi frente y el dispositivo ajustó a mi cabeza como una diadema, extendiendo más partes sobre mí. Entonces descendieron unas gafas y pude contemplar que el mundo se borraba para cambiar los escenarios. Aparecieron montañas y bosques y se dibujó un paisaje completo con un lago. Lo último fue una cabaña. Todavía sentí cómo por mis espaldas me sostenía Venus mientras me recostaba sobre un sofá allá afuera en la realidad.

Después de unos minutos podía moverme libremente. Estando consciente de que mi cuerpo estaba sobre el sofá, resultó muy extraño poder mover el mismo cuerpo por el paisaje dentro del libro. Pronto salió un personaje de la cabaña a darme la bienvenida.

— Veo que ha llegado desde muy lejos. ¿No gusta un pan?

Antes de que pudiese responder, apareció delante de mí una oración: "Preferiría un chocolate caliente primero". Las letras flotaban allí mismo, pero el personaje parecía no verlas.

"Claro que quiero un pan", contesté. El personaje quedó inerte, sin moverse. La frase seguía flotando. Me moví alrededor del personaje para verlo desde todos sus ángulos y todo era muy real. Su sombrero, su ropa, sus zapatos, su respiración. Era un leñador con barba grande y poblada que casi juraría que podría esconder una hacha pequeña allí. Después de observarlo hice caso a la frase:

— Preferiría un chocolate caliente primero —dije, y al instante se esfumó la frase que flotaba y el leñador se movió. Sonrió.
— Eso pensé. En este lugar da mucha sed por el frío. Vamos amigo, acompáñeme —continuó.

Lo seguí hasta la cabaña y el leñador se quedó estático ante la puerta, mientras otra frase aparecía flotando. Decidí leer exactamente todo como se me presentaba.

— Aquí hay buena pesca, ¿verdad? — dije. Entonces, letras de otro color aparecieron, como instrucciones.

Favor de mirar el lago y suspirar.

Tras ejecutar dichas acciones, el leñador abrió la puerta, como si todo tuviera una continuidad preescrita pero con la libertad de explorar el mundo del libro de imaginación aterrizada entre frases.

En el interior de la cabaña pude sentir el calor del fuego. Al momento se leía flotando entre nosotros:

Acercar las manos al fuego y bostezar.

Me quedé atascado varios minutos en esa línea, pues estiraba las manos pero mis bostezos fingidos no engañaban al libro ni al leñador. Ya por fin cuando sentí que venía un bostezo genuino, estiré las manos y la historia continuó. Cuando el leñador me sirvió el chocolate caliente, lo puse en la mesa y la historia se detuvo de nuevo.

Tirar con el brazo la taza al suelo y romperla, como si pareciera un accidente.

Como lo había hecho al principio con la mano, ocurrió el primer trastorno de tiempo. Algo que yo llamaría: "retroceder la página". Efectivamente la arrojé al suelo y la taza se rompió. Después todo oscureció y se reestructuró la realidad, en la parte donde yo bostezaba. Algo había hecho mal, porque retrocedí varias veces en el libro IA. Hasta que por fin, moviendo el brazo mientras veía al leñador para provocar el supuesto accidente, continuó nuestro diálogo.

— ¡Vaya torpeza amigo! Ya no queda más chocolate —propuso el personaje.

La siguiente línea aparecía:

"Yo lo limpiaré, estoy algo nervioso con este frío".

Decidí ignorarla y ponerme de pie, frente al leñador que sólo respiraba y por momentos parecía una figura de cera al lado del fuego.

— ¿Cómo es que funcionas? — le dije, pero parecía que simplemente estaba fuera de sí. Incluso lo toqué y sentí el calor de su frente con el dorso de mi mano.

Comencé a explorar la cabaña mientra el tiempo estaba congelado. Incluso caminé hasta el lago que permanecía quieto. Afuera algunos elementos funcionaban, porque no estaban encadenados a la trama principal. Pude sentir el viento y refrescar mi cara con agua.

Allí sentado a la orilla del lago apareció de nuevo la misma frase y una cuenta regresiva de 30 segundos. Una vez agotado el tiempo, aparecí al principio de la historia, donde se dibujaba todo de nuevo: los árboles, el lago, la cabaña y el leñador que salía de ella para darme la bienvenida. Estaba comenzando el libro de nuevo.

— Veo que ha llegado desde muy lejos. ¿No gusta un pan?
— Preferiría un chocolate caliente primero —dije, y al instante se esfumó la frase que flotaba y el leñador se movió. Sonrió.
— Eso pensé. En este lugar da mucha sed por el frío. Vamos amigo, acompáñeme —continuó.

Todo sucedió de forma más natural. Hice caso a todas las líneas que aparecían flotando.

— Aquí hay buena pesca, ¿verdad? — dije. Luego miré el lago y suspiré.

Adentro de la cabaña todo ocurrió más rápido, puesto que me enganché con el libro y lo seguía tal cual aparecían las indicaciones. Tiré la taza y propuse que lo limpiaría.

Conforme el libro iba avanzando me di cuenta de que las frases duraban menos tiempo y se complicaba. Si no las decía exactamente como iban, el libro se reseteaba al principio. Las cuentas regresivas se hicieron diminutas. Apenas me sobraban 5 segundos para reaccionar y seguirle dando continuidad a la historia.

Después de frustrados intentos por sobrellevar el libro, pude llegar a una parte donde encontré un cofre lleno de monedas de oro. El leñador, creyendo que se las robaría, comenzó a perseguirme para asesinarme. En esa parte viví muchas emociones diversas, pues la historia no se congelaba porque no salían nuevas frases. Continué escondiéndome de él durante varias horas, pero siempre hallaba el modo de encontrarme. Todo apuntaba a que no encontraba yo la secuencia correcta. Era eso o morir. Morir no era la solución, pues tras sentir el roce del hacha en mi cuello el libro volvía al principio.

— Veo que ha llegado desde muy lejos. ¿No gusta un pan?

Allí revisé mi cuello y todo estaba en perfectas condiciones. Tal parecía que la muerte en realidad omitía las partes difíciles de dolor y sangre y lo demás. Miré al leñador con enojo y lo golpée en la cara repetidas veces, sentí sus pómulos y huesos. Mientras tanto, la frase que me correspondía seguía flotando y comenzaba la cuenta regresiva. De nada sirvió gritar que ya no quería repetir la historia desde el principio. Tuve que ejecutarla de nuevo, tras ignorar varias cuentas regresivas y acostarme a recuperar la compostura.

— Veo que ha llegado desde muy lejos. ¿No gusta un pan?
— Preferiría un chocolate caliente primero —dije, y al instante se esfumó la frase que flotaba y el leñador se movió. Sonrió. Decidí adueñarme de mi personaje para darle fin por fin al libro.

Todo fluyó de forma precisa, con gracia y belleza, hasta la parte donde comienza a perseguirme. Sólo que esta vez yo había encontrado un bote y el libro me felicitó con frases flotantes:

Excelente. Tomar el bote y remar hacia la libertad.

Lleno de júbilo comencé a remar y el leñador quedó atrás mientras yo iba hasta el otro lado del lago, atrás de unas montañas. Mientras remaba, frases fueron apareciendo por ahí.

¿Qué emociones te faltan? ¿Ya te has enojado? ¿Ya lloraste? ¿Ya te desesperaste?

Tras una hora de arduo esfuerzo físico, conseguí llegar a la otra orilla. Allí había una construcción con luces y materiales que daba el aspecto de ser una sonda espacial. De este lado de la orilla, atrás de las montañas, se vislumbraba el universo.

Sube por las escaleras y toma el primer ascensor.

Lo hice y al salir de nuevo me hallé ante una gran sala con un cristal que dejaba ver galaxias y planetas lejanos. Una frase apareció flotando:

Te falta el amor.

Al llegar a un balcón de la casa espacial, estaba otro personaje. Era una mujer con un traje de plata, asomada y mirando todos los demás planetas. Al llegar hasta ella se daba la media vuelta y me miraba extasiada con algo entre las manos.

Fue ella quien me entregó un libro de papel. Esto era muy extraño: leer dentro de un libro. Toda la historia estaba escrita, desde la llegada hasta la huída del leñador, pasando por emociones fuertes y además con notas de comentario hasta abajo. Todos los errores y regresiones del libro estaban marcadas allí. Leí alguna:

Página 56, el protagonista golpea al leñador en la cara antes de proseguir con su guión, se retuerce un poco y cae al suelo con un berrinche.

Leí más:

Página 143, el protagonista patea el cofre lleno de monedas de oro e intenta buscar un arma para matar al leñador. Vuelta al inicio.

Mis dedos se deslizaron rápidamente hasta el final, hacia la página 333.

El protagonista llega con Venus y recibe este ejemplar. Explora varias páginas mientras ella lo mira complacida. Se va hasta el final del libro...

Caí de rodillas, mientras el libro se autocompletaba aún. Después llega Venus y me abraza cálidamente mientras el libro se sigue llenando. En cierta parte se alcanza a leer que ella está por entregarle al protagonista un libro IA con una nueva historia y con 333 páginas.

sábado, 2 de julio de 2016

Celos marinos.

La mar es una celosa.

Cuando voy a cubierta a disfrutar del horizonte infinito presiento que todo se va en picada. Las olas comienzan a volverse inestables y rudas, el barco se zambulle un poco por la proa y cae agua salada entre los labios mientras el cielo se enfurece a kilómetros de distancia azul. Eso ocurre poco después de subir a contemplar la tranquilidad que se veía desde cabina.

Los nervios de las nubes estallan. La tormenta es como una cortina que se va corriendo desde el final del barco. Mojarse es un hábito del diario. No hay modo de meterse de nuevo, porque si el timón queda sin mando nos hundimos. Se oye que alguien repite capitán, capitán, ... itán. Entre la húmeda oscuridad se patina todo y resbalan las cuerdas. Todo se hace añicos muy pronto y parece que no volveremos a contar nada en puerto.

Algunas figuras humanas caen por el borde y los demás arrojan salvavidas. Sostengo la barandilla con los puños cerrados mientras cruza la ola. Entre una y otra se me conceden al menos tres segundos para respirar. En una distracción volteo y el brazo de la mar reclama mi cuerpo al vasto océano, como la amante que se engulle el cuerpo de su compañero sin parpadear.

Ahora cree que la amo desde el fondo, donde no hay luz ni corales. Y colecciona cuerpos porque no soporta la idea de que los marineros tengan amantes en las islas. Todo transcurre lentamente mientras la nariz se inunda y lo último que alcanzo a ver son los ojos de la mar, enloquecidos de celos por haber besado a tantas...

martes, 14 de junio de 2016

Meche.

Reservé dos asientos para el Boulevard de la Luz. Los precios son caros pero la comida es de una calidad insuperable. Tienen estilo, visión, sabor y especias traídas del otro lado del mundo. Suele escucharse música suave de jazz o bossanova. Los asientos están divididos visualmente por macetas con arbustos rojos y verdes.

Sobra decir que todo el personal brinda un trato de excelencia. No interrumpen ni molestan a menos que se presione el botón de llamado para pedir otro platillo.

Hoy estoy de pie cerca de la entrada, esperando a Mercedes. Ella llega puntual, con un vestido negro escotado. Sus zapatillas hacen que el conjunto que lleva puesto parezca de aparador. Sus manos dejan ver un esmalte de uñas recién hecho, como de muñeca de escaparate. Pronto la tomo cuidadosamente y la llevo a nuestra mesa.

Después de unos aperitivos, disfrutamos la comida y ella sabe perfectamente qué utensilio usar en qué momento. No importa que nos hayan adornado la mesa con doce o trece instrumentos metálicos. Nuestro mesero se comporta gentilmente. Bebemos café y ella está a punto de terminar los últimos trozos de carne de su langosta.

En ese momento se aparece Meche y lo estropea todo. Lleva los platos corriendo a la cocina. Todos la miran, todos la critican. Entra directo a los fregaderos y comienza a tallar su plato con vehemencia. Se quita los zapatos. Con protocolo, algunos meseros y jefes de cocina le piden que abandone el lugar y regrese a la mesa.

A mí sólo se me viene mi suegra a la cabeza. La detesto y la odiaré el resto de mi vida por haberle enseñado a mi Mercedes a convertirse en Meche. Por hacer ley de un simple: "la gente que tiene educación lava sus trastes".

lunes, 13 de junio de 2016

Eterna luz u oscuridad.

La eterna luz: aquella propiciada por dos o tres soles de mediana intensidad que siempre dan vueltas alrededor del planeta. Aún así, se crearían grupos de rebeldes para disfrutar de la oscuridad subterránea.

La eterna oscuridad: aquella donde no hay ninguna fuente de iluminación excepto algunas estrellas lejanas. El calor se genera por medio de un núcleo del planeta pequeño, que mantiene tibia toda la superficie. Los rebeldes tendrían salones iluminados para (según sus creencias) absorber energía.

Ahora, si lo anterior no es un poema, hay que entregarle la dicotomía a un niño que conozca ambos mundos para que se convierta en dios de su creación en binomio: la luzcuridad.

lunes, 6 de junio de 2016

Poesía visual.

Él me llevó por un sendero con los ojos vendados. Mientras caminaba de su mano pude oler el perfume de mis flores favoritas. Caminé con cuidado hasta que me dijo que me quitara las zapatillas. Allí, con algo de miedo, sentí el pasto como una alfombra que acariciaba mis pies. Entonces me desató la venda y me quedé mirando algo en el suelo.

Había una piedra con una flor encima que tenía los pétalos a la mitad. Alrededor había montones de arena donde estaban plantadas pequeñas ramas. Pude contar como cinco o seis cuenquitos repletos de agua.

Él tomó una zarza y me pinchó un poco el pie. Las gotas de sangre cayeron en la flor. Luego se sentó y dijo que era digno de admirarse.

miércoles, 11 de mayo de 2016

Expresión.

Aquella anciana se acercó lentamente. Dijo "hola". No agitó las manos. Luego dijo: "sonrisa". Y no brotó nada de sus facciones.

Llegó su hermano, más lento y no dijo nada. Después de un silencio incómodo, balbuceó:

— Ella era la más expresiva.

Ella extrajo de su bolso tembloroso un teléfono celular y digitó muchas caras felices, figuras de manos, expresiones de rostros sorprendidos. Luego lo mostró.

— Aún lo sigo siendo —se leía.


jueves, 21 de abril de 2016

La poesía del sonido.

Para describir la poesía del sonido no basta un poema. Hay que ir y escuchar el viento cuando corre como fantasma entre los juncos de la laguna y entre las hojas. ¿Cómo hace el viento?

Un whiiirl,
   un swoooosh,
      más un fiiuuu sin voz.

Esa es la onomapoesía.

lunes, 18 de abril de 2016

Cada cabeza...

Nadie nos ha dicho que cada cabeza es un libro. Es más: nadie nos ha dicho que nuestras cabezas son bibliotecas. Trazamos las letras allí. O puede venir alguien más a escribir en nuestros pergaminos.

Yo le digo que cada cabeza es un perfecto conjunto de libros metidos en una biblioteca enorme que se expande o se contrae según las necesidades intelectuales.

Se escriben solos. Antes tenían plumas flotantes que se movían cadenciosamente sobre las páginas mientras los tinteros se movían en carritos. Ahora son digitales. Las letras van apareciendo, luminosas. Luego se apagan y se quedan grabadas en un libro que va y huye volando aún cuando no está terminado. Así de volátil es la mente.

No se sorprenda si por las noches le llega como en una explosión repentina, una idea maravillosa. Es que una ráfaga de libros ha cruzado un pasillo favorito del laberinto mental.

Tampoco se sorprenda si hay varios libros de cabeza. Duermen como murciélagos en las repisas más altas, porque les encanta vigilar todo. Se dejan caer y parece que se van a estrellar contra el suelo, reacomodando sus páginas unos segundos antes y ejecutando una maniobra de salvamento.

Y nunca se sorprenda cuando se estampen porque se quedaron dormidos. Allí sólo tendrá dolor de cabeza y querrá dormir para visitar su propia biblioteca.

jueves, 17 de marzo de 2016

Profesión.

Hoy tengo en mi casa un invitado muy especial. Allí, de pie junto a la puerta, mirándome serenamente bajo sus gafas redondas. El traje está perfecto, recién arreglado, de tintorería. Zapatos lustrosos y algo incómodos. Decir que es "mi" invitado es un atrevimiento demasiado duro, puesto que ha venido solo y se ha plantado allí. Después de señalarme con el dedo índice se sienta cómodamente en mi sofá y abre su maletín negro mate.

Si yo no lo he invitado, ¿entonces quién? Por algo conoce mi dirección, mi puerta, mi sala y mis cosas. Por algo abre el cajón donde reposan todos los bolígrafos y esconde los cuadernos con hojas que aún no han sido usadas. Por algo se quita las gafas y se le dibuja entre los labios una sonrisa grosera, soberbia. Pronto comienza a jugar con una pluma entre sus dedos.

La verdad es que ya lo he tenido varias veces allí y nunca le ofrezco nada. Ni galletas, ni té, ni café. Nada. Ya no digamos un vaso con agua. Normalmente revisa su reloj y a la hora se marcha. Al no contar con las libretas donde se sueltan mis ideas, enciendo la computadora. Abro el procesador de textos y entonces el elegante hombre se viene a mi lado para ver qué voy a escribir. Me impaciento, me incomodo, comienzo con una idea y la borro porque veo de reojo sus gestos desaprobatorios. No. No es un crítico.

Hay cierta inmunidad diplomática. No lo puedo correr de la casa ni puedo tocarlo, pero él tampoco puede ponerme un dedo encima. Por una cláusula no ha sido capaz de desconectarme la computadora sin previo aviso. Antes bien cuando consigo echar las letras de un párrafo pequeño, enciende su radio portátil y se escuchan los más terribles distractores. Juraría que he visto con mi visión periférica que me ha sacado la lengua, pero al voltear a verlo sigue con esa sonrisa grosera.

Si yo no lo he invitado ¿entonces quién? Las primeras veces que vino apostaba por psicólogo invertido: que me distrae en vez de escucharme. Con los dedos tambaleantes sobre las teclas, nacen algunas ideas y el hombre se me planta enfrente, atrás del monitor, respirando y retándome con la vista. Después de tener algún miedo escondido, me apropio de su sonrisa y de su soberbia. Comienzo a escribir como si se tratara de un río que recién nace. El pobre tipo respira agitadamente, arroja algunas cosas al suelo, resopla por la nariz, abre su maletin e intenta guardar todo lo que puede. Entre más escribo más se desespera.

Finalmente se marcha, no sin antes azotarme su tarjeta en la mesa con una mirada de "recomiéndame con tus colegas".

En la tarjeta se lee:

Markus Blockswift
Bloqueador profesional de escritores.

martes, 19 de enero de 2016

Felizmente.

No hay bienvenida más cálida después del trabajo que ver sobre la mesa una taza con chocolate caliente, sobre todo cuando en la gabardina abunda nieve y el viento mueve las copas de cristal al abrir la puerta. Al sentarme se afloja mi cuerpo. En cada sorbo me pregunto qué es lo que habrás planeado esta vez.

Comienza tu juego de escondite. Si llego a encontrarte antes de que suene una alarma que has iniciado desde que llegué, me premiarás. Si no, tendré que preparar el desayuno al día siguiente. Eres perspicaz. Me dejas pistas por la casa aunque en una semiótica algo complicada: el calcetín alrededor del cuello de un oso de cerámica, algunos vasos elegidos que reposan al revés de su conjunto, unos cuadros de la pared de cabeza y notas en algunos cuadernos.

Ignorando todo eso nada más me dedico a buscarte por la casa. Evito al principio los lugares evidentes que usan los niños en las escondidas, pero después pienso que esos son los que vas a elegir. Una vez que te hallo veo que traes la venda puesta en los ojos y nos besamos hasta que nos interrumpe la alarma.

Rediseñas conmigo la casa todo el tiempo. Si no es feng shui es una teoría tuya para no aburrirnos. Duplicas el trabajo para romper las rutinas y sacarme del estrés de conducir de vuelta.

Cada domingo nos damos un regalo que escondemos en la casa. Si no lo encontramos la recompensa viene al doble cuando aparece repentinamente. Los sábados cocinamos al mismo tiempo y me haces pensar cómo es que me emociona tanto entregarte un tomate rojo a tiempo para que la sopa no se queme.

Cuando coincidimos entre semana, durante algún día festivo, sacamos todos los juegos de mesa. Te encanta colocar al centro de la mesa una gran platón con frituras, quesos y semillas.

También a la hora de dormir recordamos como niños qué es corretearse por toda la casa para pescarte del cuello y llevarte cargando hasta donde mereces. Allí batallamos sin ropa antes de cerrar los ojos.

Así, felizmente contigo, todos los días miro al tipo del otro lado del espejo, en esa teoría de paralelismo existencial, mientras que me muero de frío de este lado y tú vives al otro lado del mundo con una vida que sólo toleras.

domingo, 10 de enero de 2016

Exageraciones literarias.

— ¿Qué es esto? —preguntó la lectora.
— Un libro hecho de libros —sonreía la bibliotecaria.
— ¿Es un Frankenstein literario?
— Ajá. Me gusta ese término. Fui extrayendo páginas de libros que me gustaban e hice este con diálogos, prosas y poesías.
— ¿Me lo puedo llevar a mi casa?
— No, eso no. Me costó mucho trabajo hacerlo. No sale de la biblioteca. Lo siento.
— ¿Y no es peor despojar un libro de sus páginas para formar otro? No me digas que no era mejor copiarlo todo y transcribirlo.
— No te metas conmigo. Estás en mis dominios.
— ¿En qué libro lo dice?
— Ah. Insistes.
— Es que quiero llevarme este libro para leerlo con calma.
— Léelo aquí. No puede salir por ningún motivo.
— Prometo no robártelo. Ni dañarlo. Es más, te lo devuelvo en una semana.
— ¡Ah pero qué terquedad! No se puede.
— ¿No te dijeron lo mismo cuando preguntaste si podías arrancar páginas de libros para hacer otro? Espera... ¿lo hiciste a escondidas? ¿La biblioteca no lo sabe?
— Una semana... pero una. Es un tesoro para mí. Tengo una duda. ¿Aquí por qué no lo lees?
— Porque... quiero leerlo desnuda.
— ¿Qué? ¿Y eso?
— Deseo tener un romance con muchos autores. ¡Qué mejor que tu Frankenstein literario!
— ¿No estás olvidando el cortejo previo? Si ya vas a llevártelo al menos deberías ir por un café y leer algo allí. Después podrías ir al cine.
— ¡No! El cine y la lectura no combinan. Pero cenaremos juntos.
— Ahora estoy celosa. Devuélvemelo en una semana. No son tantos hombres. También hay mujeres allí dentro.
— Creo que tengo amplio criterio y puedo amarlas.
— Quizá... después... ¿podrías enamorarte de mí? Yo soy la compiladora.

Cerré el libro que hasta ahora había estado hojeando mientras intentaba convencer a la bibliotecaria de llevármelo. La miré fijamente a los ojos y noté su sinceridad. La besé lentamente en los labios y salimos todos juntos.

Varios días.

La mejor orgía literaria que he tenido en la vida.

sábado, 9 de enero de 2016

Hay que contar.

No es lo que cuentes, sino cómo lo cuentes. No es que lo cuentes, es que lo pintes con literatura.

Como todos siempre tienen algo que decir, es absurdo pensar que exista ser humano alguno sin palabras. Si no produce voz alguna, lo escribe. Si no lo escribe, lo canta oralmente y luego baila. Si lo vive, lo cuenta. O lo inventa. Luego llegan las musas y te jalan las orejas para que un libro aparezca.

Si no lo cuenta no vale. Si vale mucho, lo cuenta con detalle. Si lo cuenta sin valor, puede que nadie baile. Para contar sólo faltan las ganas. Para adornar hacen falta días, noches, café, sueños, parpadeos y terquedad. Para llevarlo a muchos ojos hay que seguir contando.

Contarlo cualquiera puede. Desvelarse también. Contarlo bailando y bailar para que alguien más lo cuente es otra historia que aún no nos han contado.

lunes, 4 de enero de 2016

De la Luna a la Tierra.

Para crearte una poesía es necesario mirar allá arriba, la mitad que flota. Entregarte en la mirada esa perla verdiazul con forrajes blancos que le rondan. Sacarle del núcleo los mares, descubrirle los fuegos, amarle los bosques y atarte todo eso al cuello. Podrás elegir elementos para poblar este desierto gris de soledad y llenar los agujeros con vidas marinas.

Si aún te falta poesía seguiré jalando hilos de agua y luz hasta que repliques en tu blanco rostro lo que crees que ves allá arriba. Con tal que sigas dando vueltas, con un poco de envidia, con un poco de garbo.

domingo, 3 de enero de 2016

Despojarse.

Podrás dejar caer el vestido, los zapatillas, las pulseras y el sostén. Despójate incluso del nombre, para que cuando te mire seas esa desconocida perfecta que sabe crear el amor entre dos rebanadas de compasión y salvaje instinto.

sábado, 2 de enero de 2016

Lluvia luminosa.

En algún punto del tiempo, los agujeros del cielo, que siempre creímos eran estrellas lejanas, dejarán caer hacia el mundo un líquido luminoso que forjará nuevos elementos y entonces nos convertiremos en un gigantesco reloj de arena. Cuidarse sobre todo de no tocar la línea de luz que conecte entre arena y bóveda celeste, o podríamos volvernos esculturas inmortales.

viernes, 1 de enero de 2016

Dicotomía marina.

El mar es una sangre azul fría que se mete entre los poros de sus habitantes. De día los mantiene a temperatura baja para que el sol no les vuelque sus estragos. De noche los enfría tanto que los mantiene cómodos, a oscuras, con esa sensación de que tocan algas y monstruos que no existen. La mejor temperatura, según algunos peces, es aquella en el punto intermedio entre el día y la noche: es en ese magistral punto de tintas mezcladas donde las sirenas crean obras de arte, los navegantes vuelven reales sus alucinaciones y los cuerpos se duermen flotando en la calma helada del mar sin marea.

Prodigio y tornado. Calma y tormenta. Envoltorio benigno de barcos y maldición de tripulantes.