Cualquier puertecilla que se abra de sopetón causará otro efecto más desinteresado. Y aun así hay una clave para la ejecución de la novela: no importa el tamaño de la puerta, sino el cómo se abra, dónde y qué tanto. Claro está que si colocamos un portón místico y sabemos abrirlo, la gratificación será doble. No hay nada más decepcionante que una puerta ruidosa que lleva a algún plano no tridimensional.
¿Sugerencias? Usar antorchas, cerrojos históricos, madera pesada... una puerta viva. Entonces no se estará leyendo una novela, se estará entrando de lleno en un libro.
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