Era oficial: se había inaugurado el primer taller creaturil entre dioses locales. Allí se discutirían las obras creadas y se harían críticas eficientes para mejorar nuevas creaciones. Aquello tendría lugar sobre la montaña más alta de la que se pudiera disponer. El arquitecto construyó un domo de cristal para frenar al viento y posibles interrupciones de animales salvajes. Como los dioses son puntuales el taller comenzó cuando los siete estuvieron sentados.
Se dio una bienvenida precisa y rápida. Cada dios expuso entonces encima de la mesa la criatura sobre la que estaba trabajando. Se respetaría la exposición por orden de llegada. El arquitecto extrajo de su mochila un cristaloide con múltiples patas y comenzó a explicar.
"Esta criatura será un generador de minerales. Se alimenta de tierra y piedras y después produce algunas piedras preciosas. Tiene muchas patas por si alguien intenta atraparlo, no lo alcanzaría nunca".
Los demás evaluaron algunos minutos en silencio y después lanzaron los comentarios. Entre otras cosas, dijeron que era frágil, que podía romperse. Si se le unían las partes con plomo para volverlo vitraloide ya no habría problema. A un dios no le gustó que la criatura fuera silenciosa, hizo petición de modificarlo con un tintineo. A otro no le gustó que anduviera bajo tierra, que lucía mejor en la superficie. ¿Y no lo devorarían otras bestias? No, porque nadie come vidrio en estos tiempos. Creo que tu creatura está bien, tiene buena forma, los detalles están pulidos, pero yo le pondría otro ojo. No, yo creo que hay que quitarle patas y ponerle garras. ¿Y garras para qué? Quizá alguna otra criatura se meta a habitar en él, porque ofrece protección, así como este domo.
Los dioses hablaron.
El arquitecto guardó al cristaloide después de anotar las correcciones pertinentes.
—¿Cuándo piensas publicarlo? —cuestionó el botánico.
—Tan pronto esté perfeccionado.
Como los dioses eran muy ordenados, sabían perfectamente quién debía exponer ahora. Era el turno del botánico. Extrajo entonces una pelotita de tierra que él mismo nombró "terronil antiplaga", de la cual salían fauces hambrientas.
"Esta criatura es capaz de mejorar las cosechas y eliminar cualquier plaga. Si quieren mazorcas en perfecto estado basta poner una de estas criaturas para que ningún cuervo se acerque".
Pronto iniciaron los comentarios, pero también había ego entre sí, por lo que aparentemente se interrumpían, pero por el sentido de perfección, ninguna voz se encimaba a otra, sino que en algún silencio se escabullía la participación oportuna del otro.
¿Y los cuervos no son criaturas también? Ni modo que los devore tu criatura. Sí claro, cría cuervos y la criatura se comerá las pulgas. A mí me gusta, parece una cabeza de medusa. ¿Y quién va a decidir qué es plaga y qué no, la criatura misma? Momento, yo creo que la criatura debe estar al servicio de algún agricultor, como el perro fiel, pero en este caso como guardián. ¿Y qué come? Tierra. La creatura está bien, pero yo le quitaría algunas fauces. Que no digan que lo has plagiado de la cabeza de medusa. No, no, tu criatura será como una manzana de la discordia entre dos granjeros, porque para lo que uno es plaga para el otro podría no serlo. Yo sí la apruebo, afina nada más ese detalle de las fauces. ¿A qué animal ya existente se parece el sonido que emite? Ah, ¿pero es que no emite ningún sonido? Yo creo, colegas, que eso del sonido se ha vuelto un estereotipo, puede ser una criatura silenciosa y horrorosa; digo, si el tema es el horror, claro, no hay pretensión de ofensa aquí. Ajá, y que por noviembre o diciembre puedan ser más vistas.
Los dioses habían hablado nuevamente.
El botánico anotó las correcciones y guardó al "terronil". Después sintió la tentación de irse, porque no estaba acostumbrado a las críticas. Pero como era un dios, encontró la paciencia suficiente para quedarse a escuchar las exposiciones de los demás.
Ahora, durante el turno del submarinista, aparecía en la mesa una criatura horrible, indescriptible. Asemejaba a un pulpo o un calamar, con muchos ojos, bocas y líquidos que brotaban de tentáculos. Además no era nada silencioso, emitía gritos de sirenas en agonía y lamentos fantasmales de mar abierto.
—Este es el mío, aún no le encuentro algún nombre, ¿qué les parece? —dijo.
Muy soberbio. Parece más un intento de demostrar habilidades de creación que de meter una criatura decente al mundo. ¡Y el ruido, qué espanto! Yo te sugiero que primero ingreses en un taller básico de creación creaturil, hay muchas fallas y errores. ¡Demasiados ojos! ¡Uy, innumerables bocas, repetir mucho es desgastante! Te saltaste las reglas básicas de convivencia. Exacto, tu creatura devorará y aniquilará las especies ya creadas sin justificación. ¿Qué come? Ah, es omnívoro. No, con mayor razón le falta mucho ajuste. Déjame ver la escala con la figura humana. ¡No, qué grande, los hombres serán botana! Habíamos dictado que las bases eran para formular creaturas, no demonios. Yo creo que te estás confundiendo de género creacional.
Terminaron. Después del silencio acostumbrado el submarinista guardó su aberración. Empacó sus cosas y se retiró con disimulo. A pesar de su condición de dios, se sentía ofendido. Los que quedaron murmuraron cosas.
Yo creo que es el primer taller al que asiste. Sí, y además es la primera vez que crea algo. ¿Viste la cantidad de errores en su creatura? Y por si fuera poco dejó que el ego se interpusiera. No, si todos los dioses marinos hicieran esas desgracias tendríamos cientos de mares muertos.
Los dioses continuaron hablando un poco y prosiguieron su taller. No obstante, al dios submarinista se le hacía realidad una cláusula de las leyes divinas. Al haber sucumbido a emociones humanas, como el ego, revocaba su título de todopoderoso. Bajó por toda la ladera de la montaña y cuando amaneció se dio cuenta de que estaba convertido en simple mortal. Entonces sí, sin más poder para crear formas vitales, decidió volverse autor y escribir grandes cuentos.
Se instaló en alguna costa y aterrorizó a los niños locales con aquellas historias de creaturas que pululaban en el fondo marino.
Allá arriba en el taller creaturil los dioses, tarde o temprano, crearon al Kraken. Y el submarinista mortal se sintió plagiado.
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