A algunos escritores, cuando de plano no les emerge nada de la cabeza ni les brota nada del espíritu, les parece que se les ha subido "eso" en la espalda. Una criatura enredada que es capaz de absorber las ideas que están a punto de ser escritas. "El mequetrefe antiliterario", o así le llaman.
Entonces hay que dejar la pluma y sacudirse, porque cuando no está en la espalda se trepa a los hombros. Está al acecho, muy alerta, mirando si el escritor toma una pluma y un papel o se acerca a un teclado. La solución está en soltar el texto, dejarlo reposar, aunque no haya sido escrito. Todo es cosa de relajar y hacer dormir a la criatura esta.
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