—¿Escribir tiene que ser doloroso? —preguntó Diana en el taller literario.
El profesor se quedó pasmado algunos segundos. No sabía si aquella pregunta era genuina o la joven abusaba de la situación para hacer una pregunta sarcástica.
—Bueno, sólo si tienes fracturada la mano o si la computadora está conectada a un alto voltaje y te suelta una descarga cada vez que tecleas —contestó triunfante y desgraciado el profesor.
Todos soltaron la carcajada. En la cabeza de Diana, sin embargo, desfilaron las fotografías pegadas en su bitácora, las fechas importantes. Hoy se cumplía un mes desde la muerte de su hermano. Cada tarde le escribía algo con la firme creencia de que desde algún otro plano él podía leer aquello. Y sí, cada frase, cada palabra era dolorosa.
Algunas páginas tenían marcadas las gotas saladas que habían brotado de los ojos de Diana. No obstante, no podía parar. Sentí que su hermano estaba vivo dentro de aquellas páginas. Lo escribía en presente, como si aún estuviera allí.
Esa noche volvió a leer la última página que había escrito:
"Querido Daniel, hoy no viniste a visitarme. Cómo me hubiera encantado que movieras algún objeto en el salón de clase, que entrara alguna corriente azotando las ventanas. Todos se burlaron de mí, pero sé que pronto les darás una lección. Te lo ruego, defiéndeme. Te esperaré mañana. Te quiero".
Ya en el salón de clase, en la misma clase de literatura, el profesor colocaba algunas instrucciones en la pizarra. Una vez que terminó de escribirlas dejó el plumón sobre el escritorio y se puso de frente a los alumnos para explicar. Justo en ese preciso instante Diana tenía las manos unidas en una plegaria silenciosa. Apenas iba saliendo la primera palabra de la boca del profesor, cuando la pizarra se descolgó y azotó estruendosamente contra el suelo y se inclinó hacia la espalda del maestro, provocándole un quejido.
Todos quedaron en silencio, excepto Diana, que tenía el comentario perfecto:
—Entonces escribir sí duele, ¿verdad? Las palabras tienen peso.
Y ante la espontánea carcajada de los compañeros, Diana disfrutó cada segundo de la venganza de Daniel.
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