Berenice estaba obsesionada con la limpieza de su texto. Sólo que esta pulcritud no tenía relación alguna con la gramática o la buena ortografía. Ella buscaba siempre la hoja más blanca para imprimir el cuento y después lo colgaba temporalmente en una pared para examinarlo. Tenía que estar llena. Un cuento a medias que dejara una parte en blanco aparecía como un desastroso defecto del cuento mismo.
Lo había hecho de nuevo: terminó en la última línea que le permitía el procesador de textos y puso su punto final. Cómo gozaba ese punto: levantaba el dedo un poco más de la cuenta y lo azotaba contra la tecla, como si la victoria consistiera más en llenar la hoja y cargarla con caracteres que en el propio contenido. Mandó la impresión en una hoja inmaculada: no tenía ningún defecto de fábrica, ni tachones, ni dobleces que dejaban arrugas. Colgó aquello en el sitio de siempre y se alejó. Entonces empezó su proceso místico: entrecerró los ojos para no leer a propósito las letras, sino verlas como un conjunto de tinta artística. ¿Era pintora o escritora? Ni lo uno ni lo otro, sino que se concentraba en innovar mescolanzas de aspectos estéticos diversos. A veces escribía lo que le había pasado en el día, o algún sueño; no importaba lo que escribiera, conque se llenara la hoja.
Así, mirando su cuadro de exposición de letras descubrió una mancha. Esta se formaba, curiosamente, por cómo estaba formado el párrafo y la cantidad de letras. Hacia esa zona donde había palabras más largas daba la impresión de que se concentraba más la tinta, y por ende la mancha. Hubiera querido arreglarlo de forma sencilla, que era volver a escribir y usar palabras más cortas o más monosílabos. Pero esa mancha no se iría tan fácil, porque era parte inherente a lo ya escrito. Berenice se atrevió a voltear la hoja para ver si aquello desaparecía, aunque las letras estuvieran de cabeza.
Giró la hoja en todas direcciones, la acercó, la alejó, pero la mancha sólo se concentraba con mayor fuerza. Berenice estaba arruinada, nunca antes le había salido eso en un texto del cual se abstraía para ver sólo la carga de tinta y los claroscuros entre negro y blanco. Alguna vez un amigo suyo le sugirió usar sólo caracteres similares, como llenar la hoja con cientos de letras "A" mayúsculas. Pero ella rechazó la idea porque aquello era equivalente a pintar un cuadro con sólo un color. ¿Y por qué no? No le entraba adrenalina de ese modo.
Fue al baño para echarse gotas refrescantes en los ojos. Por supuesto, no usaba lentes, porque eso contaminaba la admiración pura de la propia vista. Volvió a mirar el cuadro-texto repetidas veces, sólo para percatarse de que la mancha jugaba con ella. A veces estaba y a veces no. Berenice se estaba volviendo loca con aquel perfeccionismo ingrato. Necesitaba saber si era sólo su obsesión o realmente había una mancha allí. Llamó a aquel compañero que sabía hacer críticas y le pidió que también observara.
—¿Qué ves allí, Carlos? —le preguntó, arrugándose los cachetes con los dedos.
—Dame un tiempo definido. Cinco minutos y te respondo —contestó él, concentrándose en el texto.
Cuando transcurrió el tiempo Carlos hizo la crítica apropiada: un texto mal trabajado, con espacios dobles, las tildes ignoradas, errores de sintaxis y demás. Berenice se jaló los cabellos.
—No, no. ¡No es lo que debes ver! No lo leas. ¡Quiero la impresión abstracta! ¡Los párrafos forman una mancha allí en el centro! Por Dios Carlos, cualquier perro la vería.
—Sí pero yo no soy perro.
Aquella discusión terminó mal, porque Berenice comenzó con su nerviosismo crónico. Carlos tomó sus cosas y se dispuso a salir pero ella le prohibió el paso. Lo amenazó con no dejarlo ir hasta que evaluara la forma en que la mancha desaparecería. Y su respuesta fue casi obvia, tajante:
—Cuando aprendas a escribir tus cuadros dejarán de estar sucios.
Carlos azotó la puerta y Berenice quedó allí, mirando con horror la mancha que ahora parecía más grande. Creció más, hasta el punto en el que casi ocupaba toda la hoja. Se quedó tirada mirando el techo, evaluando las diferencias entre escribir y teclear.
No hay comentarios:
Publicar un comentario