Tren Literario

Tren Literario
No hay peor libro que el no se escribe, al negarle la oportunidad de existir. -Kuvenn

jueves, 4 de marzo de 2021

El destino.

 Un total descaro: era escritor y no cargaba nunca con una pluma. Traía su libreta, pero siempre pedía plumas o lápices a los colegas. Siempre se metía en problemas cuando debía firmar algo. Se había comprado una, pero la perdió el primer día: la había olvidado en una banca.

Un día, con los caprichos y revueltas que al destino le gusta tener, se encontró con otra escritora que tenía siempre una pluma, pero nunca cargaba libretas. Una cosa llevó a la otra y pronto se casaron.

Aquel complemento de pareja funcionó bastante bien. Cuando él requería plumas ella estaba allí para defenderlo. Él suministró el papel necesario para que ambos escribieran grandes obras. En algún momento el plagio accidental ocurrió. Algún personaje, cierta frase... Luego se odiaron y se separaron. Allí llegaron las memorias dolorosas: "él siempre tenía papel para mí", "a ella nunca le faltaba una pluma".

Ambos presentaron sus novelas el mismo día. Una se llamaba La vida sin pluma y la otra ¿Y dónde está la hoja?. Como las presentaciones eran a la misma hora, pero no en el mismo lugar, se las habían ingeniado para seguir la presentación desde un dispositivo móvil.

Algún asistente curioso que había deambulado entre las dos presentaciones y que conocía la historia de los autores, interrumpió en algún momento para insistirles en que se integrara todo en una sola presentación. Nadie le hizo caso.

Transcurrió una semana. Algún lector avezado se dio cuenta de que ambos libros contenían frases plagiadas del otro. Luego aquel número de sospechas incrementó. La crítica se mostró dura, pero las ventas se dispararon. Los lectores querían encontrar todo eso que andaba en revuelo.

La pareja decidió unirse de nuevo para escribir un tercer libro llamado: No bastan papel y pluma. Allí se contaba la historia completa del romance, de las tonterías, de las anécdotas. Se contaba en qué punto crucial se había cometido el primer plagio. Al principio un capítulo era contado por él y el siguiente por ella. Luego en un mismo capítulo el inicio lo hacía ella y la segunda parte él. Luego se volvió más enredado el asunto, porque en capítulos casi finales aquella contienda iba párrafo por párrafo. En la última página había garabatos hechos a mano que se encimaban, como si cada autor quisiera tener a disposición la mayor parte del espacio.

Sobra decir que aquella tercera novela se agotó en el primer mes. Luego compitieron para ver quién publicaba el siguiente libro antes que el otro. Escribían en cuartos separados bajo llave para que no hubiera ninguna duda de plagios. A veces ella iba rápido y tocaba su puerta para pedir papel. Y él por plumas. Todo a mano.

A algún lector que quiso hacerse el gracioso se le ocurrió regalar a los autores una computadora nueva. No dos. Una. Y antes que se escribiera algo allí, entre riñas por ver quién usaría primero el teclado, hubo un apagón que dañó los circuitos.

Con el destino no se juega así.

No hay comentarios:

Publicar un comentario